La heroína Imane Khelif

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“Eso es lo que me ha enseñado el vientre del mar. Que quien ha visto la verdad permanecerá para siempre inconsolable.” Océano mar. Alessandro Baricco.

He llorado por la boxeadora argelina Imane Khelif. Viéndola, oyéndola, imaginándola por dentro. He llorado por ella y por tener que atestiguar historias como la suya, que le dan forma a la certeza de que el mundo es demasiado cruel. Una niña que nació en una familia muy pobre de Argelia. Una niña que se dedicó a perseguir un sueño, a ser fuerte física y emocionalmente para boxear en un país en el que la mujer debía quedarse en casa. Una tremenda niña, una tremenda mujer. Una mujer llena de fuerza. Y por eso le dicen que es un hombre. Le dicen que es un hombre porque es fuerte. Y que así no sirve. Que así no puede ser una mujer. Que así no puede triunfar. No les sirve porque es árabe y pobre, porque no encaja en su molde de mujer dócil y diminuta y bonita. Porque no le entienden y no entienden nada. Porque el racismo, la misoginia, el machismo y la aporofobia se disfrazan hoy en día de tantas otras cosas. Porque se han atragantado con toda la basura del universo para convencerse de que tienen la razón, y entonces multiplican bulos extravagantes como autómatas para reafirmar creencias que les hagan tener menos miedo de la vida y de los demás.

A mí me dan miedo cada uno de los que le han dicho a Imane Khelif que es un hombre, cada uno de los que la han insultado y le han ensuciado de esta manera su triunfo, su oro, la caricia de su sueño, el haber salido de su aldea pobre y haberse hecho fuerte y haber conquistado lo que la mayoría de las mujeres que la rodeaban no pudieron conquistar. Me da miedo cuando se juntan la falta de inteligencia con la falta de humanidad, la falta de corazón, la carencia absoluta de una mínima necesidad de comprensión, la falta de pensamiento, la nula empatía, la incapacidad de ponerse en el lugar del otro, especialmente del diferente. Cada una de esas personas me produce pánico, me hunde en la desesperanza, en el horror de la crueldad aceptada, me hace pensar en la niña Imane en su aldea llena de privaciones, en su herida profunda hoy absorbiendo cada uno de esos dardos que intentan desintegrarla, justo en uno de los momentos más brillantes de su vida. “La mayoría de los seres humanos han sentido una vanidad devastadora porque no sabían qué era el amor”, escribió Manuel Vilas en Nosotros.

Contó Imane en una entrevista que la boxeadora italiana que se retiró de la pelea con ella a los cuarenta y seis segundos lamentándose, diciendo que nunca había recibido un puño así —y que desencadenó el odio irresponsable de la primera ministra de Italia, la ultra Giorgia Meloni (y de Matteo Salvini), seguido del odio de las masas reaccionarias en redes sociales—, la conoce desde hace años, tanto ella como su equipo de entrenamiento, pues Imane ha entrenado en Asís, Italia, desde muy joven. Es decir, la vieron soñar y luchar desde niña y hoy han creado esta campaña para decirle al mundo que es un hombre.

He visto a esta mujer poderosa hablar con una calma desgarradora, resaltando —como si tuviera que hacerlo— que su familia está orgullosa de ella y la ha apoyado en este deporte, y cómo, a pesar de que no entiende por qué está pasando esto, sigue enfocada en su sueño. La vi celebrar agridulcemente su medalla de oro, con una sonrisa temblorosa porque cuando se prueba la crueldad del mundo es muy difícil no tenerle miedo, y sorprenderse ante la ovación del público. Vi al señor que le colgó la medalla abrazarla fuerte y quise hacerle un podio a ese señor. Sigo viendo los videos y oyéndola hablar y, cada vez más, su voz y su cara me enseñan sobre la pureza de la belleza. Es la belleza de una heroína.

No sé qué decir, cómo no llorar, cómo dimensionar la crueldad que hemos alcanzado y que se crece como un monstruo infinito con las demenciales redes sociales. Lloraré en privado por todo eso que se nos ha salido de control y que le estalla en el corazón a alguien más. Lloraré en privado para alejarme de esa capacidad exacerbada de reírse en público del otro para desangrarlo de lejos. Lloraré en privado para seguir siendo humana.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/catalina-franco-r/

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