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La guerra tiene rostro de mujer, y cuando me refiero a esto, no me limito a la imagen habitual que se nos viene a la cabeza de la reportera de guerra, de la mujer que documenta lo que sucede mientras los hombres se despedazan. Cuando digo que la guerra tiene rostro de mujer, también me refiero a que sus filas están cargadas del otro género, de lo que fue femenino, cabellos largos, contextos complejos; seres que dan a luz, que muchas veces amamantan y menstruan.
La guerra tiene un rostro diverso, y sea en Medio Oriente o en la profundidad de las selvas colombianas, está repleta de mujeres. ¿Son los motivos iguales, los que llevan a un género u otro a participar en un conflicto armado?, ¿son distintos los cimientos, los ideales, aunque el resultado de la tragedia se viva igual? Kaouther Ben Hania es la autora de la nueva película “Cuatro Hijas” la cual, aunque vi hace algunas semanas, todavía corre por mi mente.
Esta es un meta documental, donde de forma cruda y sin alguna censura, la directora nos arroja al mundo de Olfa, la madre y sus hijas Eya, Tayssir, Ghofrane y Rahma, donde la presencia del Estado Islámico entra por las grietas de viejas heridas, fruto de la misogínia y el maltrato que ha traspasado de generación en generación. Hoy, que la herida suele nacer del padre, los hermanos o los primos, la película se esfuerza en mostrar una realidad mucho más compleja: la de la madre misógina, fruto de un Estado que ha sido brutal con las mujeres, y que, en nombre de proteger a sus hijas, termina ocasionándoles un mal peor.
Cuando un hogar es fuente de la más grande represión, de la verguenza por la sexualidad y la revictimización por haber nacido con el cuerpo de una mujer, la puerta de la falsa libertad cobra tantas formas como le sea posible, incluso, como la de la radicalización. Después del revuelo de la Revolución Tunecina de 2011 y el ascenso del Estado Islámico, un niqab les dio una familia nueva, donde nada podía salir mal porque su imagen ante el mundo ya no estaría señalada bajo una figura femenina, un cuerpo alejado de Dios, una personalidad que podía resultar fatal.
Esa bienvenida a la guerra, que muchísimas veces está marcada por la falta de oportunidades, la ignorancia o la fuerza, nos demuestra otro rostro, uno muchísimo más complejo que envuelve las dinámicas familiares, en medio de los móviles para entregar la vida a las armas.
En el año 2015 las dos hijas mayores de Olfa, Ghofrane y Rahma Chikhaou, se unieron al autodenominado Estado Islámico. En el año 2023 fueron capturadas y condenadas a 16 años de prisión, donde junto a Fatma, la hija de ocho años de Ghofrane, las tres mujeres viven una nueva vida alejadas del mismo mundo que desde pequeñas las condenó.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/mariana-mora/