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El pasado viernes, 9 de septiembre, empezó el evento cultural más importante de Medellín. Luego de las denuncias por demoras en su destinación presupuestal, que llevaron incluso a la renuncia de algunos funcionarios de la alcaldía, el equipo de Eventos del Libro de la Secretaría de Cultura Ciudadana logró sacarlo adelante, demostrando que los procesos institucionales que con esfuerzo se consolidan, y los funcionarios que los hacen posibles, casi siempre y pese a todo, se mantienen en pie.
La Fiesta del Libro y la Cultura es maravillosa por muchas cosas. Por el lugar en donde ocurre que permite estantes de libros rodeados de árboles. También lo es porque propicia el encuentro entre distintos, entre aquellos que si no fuera por el estadio o La Fiesta no se encontrarían: Medellín es una ciudad que se ha encargado de reducir los espacios públicos de encuentro haciendo más honda su profunda desigualdad. La Fiesta es maravillosa también porque el libro es el centro, pero no el único protagonista. La agenda cultural que año a año se vive, acompaña a las presentaciones, las charlas y demás conversaciones alrededor del libro. Además, y esto quizás es lo más valioso, ir al Jardín Botánico en septiembre garantiza sorpresa. Es como si se tuviera la seguridad de que asistir trae consigo lo que algunas personas llaman serendipia, de que al hacerlo ocurrirá un descubrimiento casual y maravilloso.
En 2020 caminaba por alguno de los pasajes y vi un librito blanco de no más de 10 cm, con la cara en la portada de uno de los escritores que más me gustan. Arriba de la foto, en mayúscula sostenida, estaba su apellido. Lo cogí y empecé a pasar las páginas. Eran fotos en blanco y negro de Jorge Luis Borges. Pasé una, dos, tres, cuatro… en la quinta vi algo muy extraño. Era una foto en donde se veía él, subexpuesto, entrando a un edificio mientras lo sostenían dos personas. Al fondo se veían —ya no entre sombra como Borges — Las Torres de Bomboná.
Pase la página rápido para buscar otra imagen que pudiera corroborar lo que acababa de descubrir, aunque todavía no lo creyera. En el siguiente retrato se le veía con otra persona en lo que parecía ser el Museo de Antioquia, pero no tenía la certeza de que lo fuera. Seguí pasando hasta que llegué a la última foto que daba al lado izquierdo del libro abierto: estaba Borges, ciego, sosteniendo una llave. La imagen la acompañaba en el lado derecho un texto en cuyo final se leía: “palabras de Jorge Luis Borges, condecoración Alcaldía de Medellín, 20 de noviembre de 1978”.
Yo, que me juraba fanático de Borges, no tenía ni idea de que había estado en Colombia, menos en Medellín. Que quien escribió “Los justos”, y es seguramente el mejor escritor latinoamericano de todos los tiempos, había caminado por donde yo lo hago. Ese 2020 me encontré con “Borges Personal”, el libro de Jairo Osorio Gómez editado por la UNAULA, La BBP y Confiar. Ese año, como en los anteriores, fui al lugar que garantiza lindos descubrimientos.
Resumiendo, y reiterando, porque a veces vale la pena hacer ambas cosas: La Fiesta del Libro y la Cultura es de los mejores momentos del año en Medellín porque permite el encuentro con otros, con lo nuevo, con lo desconocido, y eso, casi siempre, es maravilloso. Esta semana vayan al Jardín Botánico a tener serendipias, a darse cuenta, por ejemplo, como yo una vez, de que Borges estuvo en Medellín.