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Antoni Gutiérrez-Rubí, el asesor de Gustavo Petro en la pasada campaña presidencial, escribió hace un par de años un libro, o mejor, editó un compendio de artículos escritos por él que tituló La fatiga democrática. A lo largo de las 161 páginas, este español desmenuza los retos del sistema político frente a las nuevas tecnologías de la información, el auge de los populismos de izquierda y derecha, la relación directa de los electores con los políticos, entre otros temas que hacen parte de lo que se debe tener en cuenta a la hora no sólo de enfrentar una campaña política, sino de gobernar un territorio particular.

Si Gutiérrez-Rubí cree realmente en lo que escribe en ese libro, se podría decir con certeza que es un defensor de la democracia, la estabilidad institucional y la legalidad, que no le gustan los gobiernos autoritarios y que, sin ser ingenuo, cree que las campañas electorales deben estar basadas en lo que verdaderamente representa y es capaz de cumplir un candidato. Por eso no entiendo por qué apoyó a Petro.

Esta semana ha sido el pico de la crisis de un gobierno mentiroso, autoritario e ineficiente, liderado por una persona que está haciendo, literalmente, todo lo que criticaba de los otros y que, ya es un hecho, no representó ningún cambio sino sólo la consolidación de una ética y una estética gubernamental que al parecer los colombianos vamos a sufrir no importa si el gobierno es de derecha o de izquierda. 

El argumento de que era mejor Petro que Rodolfo se está agotando, aunque se esté comprobando a la par que Rodolfo era una terrible opción. La encrucijada en la que se vio el país resolvió a favor del primero, que lo está haciendo tal mal que no sólo se hace difícil la argumentación de que era la opción menos mala, sino que le está dando fuerza a una oposición estúpida, violenta y populista como la que hacen Polo Polo o María Fernanda Cabal, dos personajes muy peligrosos para la democracia.

Sumado a lo anterior, los colombianos están dejando de creer en las instituciones políticas en general (salvo en el Ejército y la Iglesia, una combinación que siempre me ha dado miedo en un país como Colombia que ha pretendido resolver sus dogmas a bala) y en casi todos los líderes en particular, lo que se constituye en caldo de cultivo para que perfiles autoritarios de oratoria hiperbólica ganen espacio engañando a la gente y se constituyan en una opción de poder en 2026.

Colombia atraviesa un camino difícil, de fatiga democrática literalmente, en el que los que creemos en dicho sistema, las instituciones políticas, la libertad y la justicia debemos tomar las riendas y salir del enfrascamiento en el que pretenden meternos los extremos. Democráticamente hay que cerrarles las puertas a esos personajes que se creen por encima del Estado, primero en las elecciones locales de octubre y luego en las presidenciales de 2026, y continuar quitándoles espacio de manera sistemática porque no se resistirán a perder el poder, un ejercicio que ellos sólo ven como revancha y jamás como construcción colectiva.

Si Gutiérrez-Rubí leyera esto, le pediría que, con su inteligencia y su capacidad para posicionar ideas políticas en una campaña electoral, no vuelva a apoyar a personajes tan nefastos como Gustavo Petro; que tampoco apoye a Polo Polo, Cabal o similares, autoritaristas peligrosos, sino que de verdad ponga todo su conocimiento al servicio de una opción de poder en Colombia que trace el camino para romper de una vez por todas con la violencia política, la polarización incapacitante, la desconfianza ciudadana en las instituciones, que le dé un rumbo claro a este país tragado por la coyuntura.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/daniel-yepes-naranjo/

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