La dignidad del centro

La dignidad del centro

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“La derrota tiene una dignidad que la ruidosa victoria no merece”

Jorge Luis Borges

Entre más se acerca la primera vuelta presidencial, más se alejan las posibilidades del centro, a juzgar por las encuestas y por el ambiente electoral. La ansiada “remontada” empezó tarde, sin suficiente fuerza y con las cartas ya jugadas entre la derecha continuista y la izquierda disruptiva.

Con la esperanza esfumada, la apuesta del centro debe ser por la dignidad, empezando por la de nosotros, sus electores, que debemos salir a votar convencidos de que votamos por el mejor y por lo mejor para el país; de que nuestro voto será útil para mantener vivo un proyecto político que Colombia necesita para neutralizar la polarización paralizante y desinstitucionalizante en la que vivimos.   

En un país en el que, paradójicamente y según las mismas encuestas que lo sepultan electoralmente, la mayoría de personas se identifican ideológicamente con el centro, no nos podemos dar el lujo de ponérsela fácil a la derecha continuista que en buena medida nos ha llevado al estado actual de cosas y de caos, ni tampoco a una izquierda liderada por un megalómano y algunos de sus secuaces que contribuyen a profundizar la polarización.

Son múltiples las causas del descalabro del Centro (Esperanza), que quedan como lecciones para tomar un nuevo aire. Prometían reconciliación al país al tiempo que volvían irreconciliable cualquier diferencia interna. No supieron conectar con las personas y las necesidades del país, aun cuando más de la mitad se identificaba ideológicamente con el centro. Tampoco supieron cultivar ni defender su propio territorio, del que a menudo la derecha y la izquierda los desplazaba para estigmatizarlos como camuflados de la otra parte y desterrarlos de la contienda final. En suma, fueron centro, pero no esperanza.

Aun así, es mucho lo sembrado como para dejar que los otros lo cosechen sin mayor esfuerzo. Sin ser inmaculado, el centro y sus líderes son, de lejos, el mejor ejemplo de honestidad y coherencia política en Colombia; no quieren ganar a cualquier precio y por eso no hacen alianzas ni pactos burocráticos con Gaviria ni con ningún otro reciclable. Tienen el respaldo de los más connotados académicos, artistas, intelectuales y líderes de opinión del país. Cuentan con los equipos de trabajo más competentes, decentes y comprometidos del espectro político.

Tampoco siembran el odio que Petro siembra según Gutiérrez, ni el que el este abona al repetir esa letanía y otras más peligrosas como el que él y su “gente de bien que está con Dios, mientras la de Petro está con el diablo”.

Una votación significativa del centro en la primera vuelta equilibraría la balanza entre los extremos que nos encontraremos en la segunda vuelta y obligaría a un diálogo interpartidista, que no sería posible si el país termina dividido por mitades. 

Adicionalmente, una votación numerosa implicaría que el centro salga revitalizado para próximas elecciones y reavive la llama de la esperanza, siempre y cuando aprenda de las lecciones que le dejó esta campaña.

Según Daniel García-Peña, “los franceses, que se inventaron el sistema de las dos vueltas, dicen que en la primera vuelta se debe votar por el mejor y en la segunda, en contra del peor”. Y el mejor y lo mejor es, por mucho, Fajardo y el centro que lo rodea.

Si usted es de los que se identifica con el centro político y perdió el entusiasmo, no se quede en las críticas a Fajardo y menos se excuse en el chiste de las ballenas para no votar. Si no lo hace por convicción como yo, hágalo por utilidad. El país no tiene por qué seguir condenado a darse golpes contras las paredes de los extremos. Aunque siempre ha sido gobernado por la derecha, la oposición de la izquierda tampoco ha sido mucho mejor.

Aun si considera que la batalla está perdida de antemano, recuerde con el escritor argentino Álvaro Abós que “la dignidad de la derrota compensa su inevitabilidad”. Con Fajardo salvaguardamos nuestra dignidad, la del centro y la del país.

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