Escuchar artículo
|
El periodismo es la base de cualquier democracia que aspire a ser sólida, permanente y funcional. En un Estado Social y Democrático de Derecho como el colombiano, el periodismo funge como el cuarto poder, sirviendo así de contrapeso fundamental a las demás ramas del poder público. Para ello, se hace necesario que el mismo mantenga su independencia frente a los intereses políticos y en el mismo sentido a los económicos. Sin embargo, en un país donde la polarización política se ha intensificado y las redes sociales han reconfigurado el consumo de información, el periodismo enfrenta desafíos sin precedentes que amenazan su legitimidad y su rol democrático, ese cuarto poder, hoy por hoy, está en crisis.
Colombia atraviesa un momento crítico, en el que la información veraz y oportuna es un bien escaso, perdido en medio del ruido de las redes sociales y la narrativa polarizante que estas alimentan. Las plataformas digitales, si bien han democratizado el acceso a la información, lo que es cierto es que estas han facilitado la diseminación de noticias falsas, discursos de odio, violencia y posturas extremas que además de fracturar el debate público, lo debilitan. Este fenómeno erosiona la credibilidad de los medios tradicionales, que, en su intento por adaptarse, han caído en la trampa de la inmediatez, priorizando la velocidad sobre la veracidad y la profundidad. En consecuencia, el periodismo ha sido reducido en muchos casos a un espectáculo de opiniones apasionadas y titulares sensacionalistas.
En este contexto, la independencia periodística se ve comprometida, pues los medios tienden a alinearse con agendas políticas o ideológicas específicas, contribuyendo a la polarización en lugar de combatirla. Un ejemplo reciente y emblemático de esta situación es el anuncio de la candidatura presidencial de Vicky Dávila, directora de la revista Semana. La decisión de Dávila de lanzarse al ruedo político revela las líneas difusas entre periodismo y activismo político, minando la confianza pública en la objetividad e imparcialidad de los medios de comunicación. Como figura mediática influyente, Dávila ha usado su plataforma para promover narrativas que se alinean con una agenda política específica, lo que deja en entredicho la independencia de Semana como medio de comunicación.
El caso de Dávila pone en evidencia una tendencia peligrosa: la conversión de periodistas en actores políticos. Esto no solo atenta contra la credibilidad de los medios, sino que también confunde al ciudadano, quien pierde la capacidad de distinguir entre la información objetiva y la propaganda. En un país donde la democracia sigue siendo frágil y donde el acceso a información veraz y contrastada es vital para la toma de decisiones, este es un riesgo que no podemos permitirnos.
En todo caso, la conclusión es que resulta imposible hoy en día como ciudadanía confiar en la veracidad e imparcialidad del control político que ejerza la revista semana a las ramas del poder público, este medio de comunicación adelanta una agenda política propia con su directora al mando, y los intereses versan única y exclusivamente sobre la posible candidatura de Vicky Dávila a la presidencia de la República en el año 2026, lo que entre otras cosas le quita prestigio y dignidad a este cargo, pues administrar los designios de una país con problemáticas tan complejas merece tener como capitán de este barco a una persona que más allá de ser popular, tenga la tecnocracia necesaria para darle solución a las dolencias que como patria vivimos. Vicky Dávila debe quedarse como periodista, incursionar en la política lejos de cualquier cosa que se pueda considerar positiva para ella, debilita sus posturas en el marco del debate.
La situación exige una reflexión profunda sobre el papel del periodismo en nuestra sociedad. La legitimidad del cuarto poder radica en su capacidad para operar de manera independiente, fiscalizando sin favoritismos y sirviendo de garante del derecho a la información. Para que esto sea posible, es crucial que el periodismo recupere su esencia: una profesión dedicada a la verdad, sustentada en la ética, el rigor y la imparcialidad. En tiempos de polarización extrema, el periodismo debe resistir la tentación de ser un amplificador de posturas radicales y, en cambio, volver a su misión de informar, educar y fomentar un debate público basado en hechos.
Colombia necesita un periodismo que no se rinda ante la presión de las tendencias y los algoritmos, que no sucumba a la seducción del poder y que mantenga su independencia frente a las fuerzas que intentan cooptarlo. En la medida en que el periodismo siga siendo el pilar de una ciudadanía bien informada, podrá contribuir a fortalecer nuestra democracia, preservar las libertades y construir un futuro menos polarizado y más incluyente. La crisis actual del periodismo en Colombia debe ser una oportunidad para reivindicar su rol en el Estado Social de Derecho y no un paso hacia su desmoronamiento.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/ximena-echavarria/