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La coherencia es uno de los activos más valiosos de un político: a esta deben su prestigio, su honorabilidad y sobre todo sus votantes. Sin embargo, ese dicho que versa acerca del dinamismo de la política es el que termina prevaleciendo en épocas electorales. El caso que les traigo a colación en esta columna es uno en los que el discurso férreo de un personaje tambalea producto de las alianzas que concreta en los meses previos a las elecciones.
Durante estos años en los que en Medellín ha imperado el mal gobierno y para colmo hemos tenido un concejo cómplice y mezquino, la voz de Daniel Duque resaltó como una de la pocas, sino la única, que puso resistencia al modelo mafioso de gobernanza local. Ese control político riguroso convirtió a Daniel en una de las figuras más relevantes de la ciudad. Su liderazgo de oposición trascendió más allá del show mediático, de la irracionalidad y la beligerancia y se concretó con investigaciones contundentes y denuncias ante los entes de control y la fiscalía.
Era obvio que ese protagonismo que había adquirido en la escena local lo catapultaría a la aspiración por la alcaldía, y así fue. Duque solicitó el aval de Alianza Verde y se lo ganó a Jaime Cuartas, ficha de Quintero en el Concejo y a quien apenas logró ganarle por un margen de 0.1%. Al asumir en forma la cabeza del partido para las elecciones locales, Daniel Duque quedó atado a una lista al concejo plagada de personajes cuestionados por sus nexos con Quintero y la más rancia política regional.
Y es que el Verde es todo menos un partido independiente. Es tan operante, cuestionable y clientelista como uno tradicional. Es partido de gobierno a nivel distrital, departamental y nacional. Incluso, recordarán los lectores, que el mismo Duque fue silenciado por su partido, consecuencia de sus denuncias en el cabildo sobre las gestiones del alcalde Quintero. No extraña entonces que la lista al concejo de ese partido hoy la integren nombres de esbirros y colaboradores de Quintero como: Jaime Cuartas ficha clave en Concejo; Alejandro Arias exsecretario de Desarrollo Económico y uno de los de peor ejecución; Alejandro Saldarriaga exsecretario general del Movimiento Independientes; Jonier Quiceno; Simón Pérez quien estuvo en la subsecretaría de cultura y posteriormente en Mova, Yomar Benítez secretario de Espacio Público, entre otros.
Daniel Duque -aunque no define los avales de esa colectividad- lejos de verse incómodo con esos personajes que otrora hacían parte activa de la administración que tanto denunció, se le ha visto alegre y departiendo con ellos en eventos políticos. La justificación que dan él y su equipo es que esas personas ya no hacen parte de ese proyecto político y que hoy “están del lado de la ciudad”.
Una cosa es ser funcionario de carrera, otra muy distinta ser un legitimador y colaborador de un proyecto político corrupto. Daniel Quintero destruyó el tejido social y valor público de la ciudad, saqueó sus arcas, desfinanció programas en el Inder, el sector cultural y dejó los platos de los niños de Buen Comienzo vacíos. Todos los personajes que menciono hicieron, hasta hace poco, parte de ese gobierno desde diferentes posiciones de poder.
Me sorprende de Daniel, un tipo correcto, la maroma discursiva para justificar la cercanía que hoy tiene con esos candidatos. Pero en últimas, quien padece la consecuencia de esos apoyos es su propia imagen. La política debe ser un ejercicio de cara a la ciudadanía, sin importar que eso reste respaldos al interior de un partido. La política de los principios debe siempre prevalecer sobre la conveniencia de los logos.