El petrismo es objetivamente incompetente, basta ver por ejemplo las cifras de ejecución del Ministerio de la Igualdad; pero así como un reloj dañado acierta la hora 2 veces al día, ese movimiento ha sabido tener destreza en su comunicación digital, en una estrategia sólida y poderosa que pasa inadvertida para muchos ciudadanos.

En una convención en Armenia, el gobierno reunió a 1500 personas que crean contenido pro Petro, a quienes pretenciosamente les dio la categoría de medios alternativos. La mayor fuente de difusión de los mensajes petristas no se hace a través de los medios tradicionales o de los voceros políticos, sino de personas comunes y corrientes que crean comunidades digitales. Y la verdad, esa es una gran idea, pues hace de comunicación una cosa cercan y porque le llegan a numerosas poblaciones que ya no se enteran de los sucesos por un periódico o un noticiero, sino por lo que ven en sus celulares.

De hecho, su capacidad de difusión digital me parece la explicación más lógica a por qué, a pesar de tantos escándalos y reveses, la favorabilidad del gobierno difícilmente baja del 30 % y es relativamente alta entre los más jóvenes. Ahí los de la oposición perdemos por goleada, porque no tenemos nada medianamente parecido para disputar la batalla de las redes.

Y por supuesto, mis principios liberales me impiden anhelar una contraparte financiada por el Estado, como hace el petrismo, pero sí quisiera ver algo similar que funcione con capital privado. ¿El problema? Que nuestra derecha, empresarios con capacidad de financiar algo así incluidos, están anquilosados y creen que porque a Petro le va mal en los medios tradicionales y en los círculos en que se mueven, ya está derrotado. Prefieren pagar por un aviso en un periódico con un tiraje de 10.000 ejemplares que por un video de TikTok con un millón de reproducciones.

El petrismo está todos los días inundando las redes coordinadamente, con buen presupuesto y sin una contraparte. ¿Qué podría salir mal para Colombia? Todo.

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