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“La ausencia de los mejores” *

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Los episodios de estas semanas, honestamente, no sorprenden. En distintas administraciones, en varias ciudades, en ámbitos locales y nacionales, los rumores de que los puestos públicos son asignados a conveniencia del poder ni son nuevos ni son pocos. Por unos lados, algunos deben pagar los esfuerzos ($$$) que otros hicieron en campaña. Por otros lados, quienes ya están en el poder reparten puestos como si fueran galleticas de la fortuna y ubican, allí y acá, a personajes que representan réditos económicos y serviles.

Ahora, en 2024 sí hay una novedad, por lo menos en el escenario local. La ciudadanía no es la misma de hace ocho años y parece que la administración municipal no se ha dado cuenta de eso. Esos 700 mil votos que pusieron a un señor de alcalde no son papeles. Son ciudadanos que confiaron en el ejercicio democrático de elegir a quien consideraron la mejor opción para gobernarlos. Quienes habitamos la ciudad, haciendo parte o no de esos votantes, tenemos ahora mayores insumos de información, mejor capacidad de contraste y, sobre todo, menos aguante. Somos una población que terminó tan molida de la administración anterior que estamos más atentos atisbando para alzar la voz.

Esa población, en cuestión de días, les dijo a los concejales: “no nos crean tan pendejos” cuando de la muy sospechosa elección de personero se trató; y, días después, le dijo al alcalde: “no nos creás tan incultos, hombre, Fico”, cuando el ahora exsecretario de la cultura se pasó de chabacán e imprudente.

Insisto en algo: la noticia no es la falta de preparación del expersonero (que ni siquiera pasó el examen de conocimientos para su reelección) ni del exsecretario (que no tiene idea de temas culturales y esas cosas, y que no le da pena decirlo). En las administraciones recientes los puestos otorgados a personas sin preparación y sin experiencia no son asunto nuevo. Menos, el hecho de que asuman con total soberbia el cargo, creyendo que como “ya ganaron las elecciones” pueden decir, hacer u omitir lo que quieran porque “nadie los va a bajar”. Todo muy escandaloso, pero nada nuevo.

La real noticia es que la ciudadanía sí sabe que la ciudad no es la misma de hace ocho años. Que la ciudadanía sí puede bajar a quien no esté a la altura de las responsabilidades que el mismo pueblo le entregó en las elecciones. Ya va siendo hora de que quienes tienen cargos de poder público se enteren de que son elegidos porque se les reconocieron unas capacidades y que es su responsabilidad ponerlas al servicio del pueblo y, además, nombrar a los mejores en sus equipos, no a los más obedientes ni a los más chanchulleros.

El ejercicio público es una escuela inmensa y preciosa para personas jóvenes o sin experiencia y hay espacio para crecer; pero hay cargos a los que no se llega a aprender. Hay funciones que exigen no solo diplomas, sino, sobre todo, conocimiento real de la ciudad, de sus cambios, de sus problemas fundamentales, y eso lo da la mezcla de conocimiento, tiempo, calle, humildad y consciencia. Son cargos diseñados, precisamente, para los mejores. Mientras el alcalde, algunos funcionarios y más de un concejal sigan creyendo que su labor es limitar las libertades, sacar decreticos, ir por los más débiles, reírse de sus equivocaciones, jugar al poderoso, aumentar sus fortunas…, los ciudadanos nos estamos preparando para exigir con mayor ímpetu. Por ejemplo, ya sabemos usar las mismas herramientas que son el encanto de ellos: las redes sociales. La diferencia es que desde aquí no le tememos al debate.

*El título alude a un texto de José Ortega y Gasset

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/maria-antonia-rincon/

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