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Amalia Uribe

Karol G, artista, feminista, mujer

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"Yo, si hay algo que valoro de cada persona, y mucho más de un artista, es su creatividad, su capacidad de transformarse en un escenario y ser quien quiera; en el caso de los cantantes, amo las voces curtidas, diferentes, las que suenan raro, como la de Shakira por ejemplo; también el valor que tienen algunos de desafiar las reglas, como Karol G"

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Salí del concierto de Karol G con una idea en la cabeza, pero otras doscientas me atropellaron en los días siguientes al evento. Disfruté como pocas veces la música duro, los gritos, los borrachos, la energía que se siente en un estadio minutos antes de que un artista suba al escenario, el trasnocho, la incomodidad. Llegué a mi casa con una sonrisa que no se me quitaba y no pude dormir por todas las emociones que me albergaban. El lunes siguiente al concierto fue un día improductivo, soso, con un silencio tenue, como en un teatro cuando las luces se apagan y todos se van. En mi mente pasaban las imágenes de la noche anterior: la figura de esa mujer  —que lleva años de carrera a la sombra de muchos hombres que cantan reggaetón— bailando, cantando, animando a 25 mil personas por dos noches seguidas. Solo sentía admiración, respeto, una especial simpatía por ella, por todo lo que representa: el ser mujer, el ser artista, el ser feminista. 

No pude evitar darle las gracias en mi mente por regalarme una noche para recordar. Entonces empecé a buscar videos del concierto y a leer comentarios en redes sociales. Me sorprendí, no porque fueran diferentes a los míos, sino por su odiosidad y simpleza: “que no llevó a más artistas, que el concierto de J Balvin fue mejor, que el escenario muy desabrido, que le faltó cantar cual o tal canción, que esperaban más”. Y una avalancha de pensamientos en forma de diatriba se quedó en mi mente. 

Tal vez sea una discusión banal, pues finalmente lo que importa es si uno pasó bueno o no, lo cual es muy subjetivo e imposible de medir. Pero me queda esa sensación de malestar por la comparación siempre odiosa de los seguidores a los artistas (y ahora en la era digital a todos) cuando, para mí, lo realmente importante es que cada uno de ellos es único a su manera. Siempre me ha parecido espantosa esa necesidad de poner a los famosos en una línea de carrera a ver quién llega primero a la meta. Como si estuvieran corriendo una maratón. 

Son cosas que me dan rabia y que probablemente no trasciendan más allá de las conversaciones con amigos o de los comentarios que se leen en Facebook. Pero me parece desconcertante que siempre haya una vara que nos mide a todos por igual, con esa  imperiosa necesidad de homogenizar todo: que todos seamos y nos veamos exactamente iguales. ¿Entonces para qué tenemos cada uno un nombre diferente, y por qué nos dejamos definir por una cultura —y además alardeamos de ella siempre para lo bueno—, para qué estudiamos si en el fondo lo único que estamos buscando es ser clones y vernos en los otros como unos clones más? Y aquí el tema sí se me hace más profundo y más denso, que solo darle like a un show. 

Yo, si hay algo que valoro de cada persona, y mucho más de un artista, es su creatividad, su capacidad de transformarse en un escenario y ser quien quiera; en el caso de los cantantes, amo las voces curtidas, diferentes, las que suenan raro, como la de Shakira por ejemplo; también el valor que tienen algunos de desafiar las reglas, como Karol G, quien se ha abierto paso en un género dominado —como todo— por hombres, y ha sabido llevar su carrera según su estilo, sus gustos, su naturaleza. No está tratando de parecerse a nadie, quiere ser ella en su máxima expresión.

Entiendo que a muchos pueda no gustarles su música, pero lo que no comprendo es ¿por qué alguien compraría una boleta para un concierto de Karol G —o del que sea— esperando ver a otro artista? ¿Qué vacío tan hondo tenemos, cuánta ingravidez nos habita que nada de lo que vemos al frente puede realmente colmarnos ni satisfacernos por estar pensando en lo que observamos detrás de una pantalla? ¿Por qué seguimos promoviendo en las calles la diversidad y llevando en hombros banderas de colores y de luchas si continuamos alienados con esa obsesión por lo igual? 

Sueño un mundo en el que dejemos de medir con varas —inventadas además por nosotros mismos— las virtudes y los talentos, donde la diferencia sea lo normal. Un mundo sin tantos manuales, pero más que eso: un mundo donde a las mujeres dejen de medirnos con los hombres y dejarnos siempre por debajo de ellos. 

No es más. Un saludo a la Reina del Reggaetón, Carolina Giraldo, Karol G, de Medellín. 

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