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Hablar de una ideología de izquierda o de derecha, así, en singular, supone encontrar un mínimo común denominador en cada lado de la orilla que permita de alguna manera sintetizar la variedad de matices que tienen.
¿Qué tienen de común, entonces, las izquierdas y las derechas que pueda hacer posible sintetizarlas en un término, sin poder evitar caer en reduccionismos, adicionales a la simplificación propia de toda ideología y, más aún, de los conceptos en general? ¿En dónde encontrar esos lugares comunes?
Aunque en otra columna invito a despolitizar la ideología, es innegable que la acción política en su nivel más básico de hacer prevalecer unos intereses sobre otros, es, quizás, lo más meridiano en la ideología, y el mejor indicio para inferir en una persona, colectivo o movimiento cuál es su ideología dominante, porque todos, sin excepción, y con mayor o menor consciencia, la tenemos.
Convengo entonces con el politólogo español Juan Carlos Monedero cuando en Curso urgente de política para gente decente, plantea que “los seres humanos tenemos dos grandes motivaciones para actuar: la ganancia personal y no ser vistos como movidos únicamente por dicha ganancia”, aunque a veces intentamos negarlo y autoengañarnos, esto es, evadir nuestro sesgo ideológico.
Con los intereses como telón de fondo y criterio de clasificación, ser de izquierda implica, ante todo, privilegiar los intereses y el bienestar colectivo sobre el individual, de ahí que el valor predominante y la bandera fundamental de la izquierda sea la justicia social. El rechazo a la propiedad privada o la oposición radical al capitalismo no es generalizado en todas las vertientes de la izquierda.
Ser de derecha, por su parte, supone lo contrario, sobreponer los intereses individuales a los colectivos. De ahí que las personas de derecha valoren tanto las libertades individuales, y, más claro aún, las libertades propias -porque las de los demás pueden ser un obstáculo para las de ellos-, y la seguridad física, económica y militar, que permitan preservar el estatu quo y las condiciones de los más privilegiados.
Las derechas son en su mayoría conservadoras, aunque el liberalismo, por ejemplo, al estar basado en el individualismo -que no es lo mismo que el egoísmo-, bien podría considerarse de derecha también.
Los ideólogos de uno y otro lado sustentan sus posiciones en la naturaleza humana y de las relaciones sociales, con bases científicas (biológicas) y argumentos ontológicos, antropológicos, psicológicos y sociológicos, algunos sólidos, pero todos insuficientes, ingenuos en un caso y convenientes en el otro, tal como lo expongo en otra columna titulada ¿cuál es la mejor ideología?
Allí sostengo que la tensión esencial y existencial entre individuo y sociedad nunca cesará en los seres humanos, aunque cada cultura, grupo o persona privilegie más lo uno o lo otro, por lo cual cualquiera de estas dos ideologías es insuficiente para dar cuenta de la complejidad del ser humano y de la sociedad, y cualquier simplificación es cercenar una parte de la condición humanidad, con sus carencias y potencialidades. Podría decirse, incluso, que no son suficientemente pragmáticas, porque no son eficaces ni coherentes como lo plantea el sociólogo francés Jean Baecheler, “una ideología no es ni verdadera ni falsa, sólo puede ser eficaz o ineficaz, coherente o incoherente”, porque, al fin de cuentas, nos permite transformar las pasiones en valores.
De este modo, podemos sostener que, naturalmente, todos somos una mezcla, con dosis diferentes, de ambas ideologías, y hay lugares, tiempos y circunstancias en los que privilegiamos más los valores inherentes a una ideología que otra, lo cual implica que no son categorías estáticas. Si en abstracto, como conceptos, los límites son porosos, en concreto, en cada persona y en las situaciones cotidianas, sí que se diluyen fácilmente.
Aun así, en medio de tanta ambigüedad y complejidad, los intereses y valores que reflejan las pasiones y las mentalidades de las personas y sociedades, terminan, como en un iceberg, saliendo a flote a través de sus acciones y decisiones.
No hay que hacer un mayor esfuerzo para distinguir entre quienes sobreponen el interés propio sobre el general, no importa si hay que ser mezquino; al individualista, competitivo o egoísta del cooperador; al que solo se cree sujeto de derechos, soslayando los deberes, del que ejerce su libertad respetando el derecho de los demás a desplegar la propia. No se necesita mucho discernimiento tampoco, para que, desde estas nociones básicas de izquierda y derecha aquí planteadas, concluir que este es un país de derecha, en el que el primer gobierno de izquierda que ha tenido, la ha fortalecido en vez de debilitarla.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/pablo-munera/