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Crecí oyendo y leyendo historias dolorosas sobre Ituango. Tomas, desplazamientos y masacres, muchas masacres. Sabía que era uno de esos municipios aparentemente condenados a su suerte, lejos de Medellín, en un corredor estratégico para los grupos criminales que incluye el hermoso e indomable Nudo del Paramillo. Sabía que uno de los más sanguinarios frentes de las FARC, el 18, tenía allí su retaguardia, su área base, en lenguaje militar que después aprendería.
En el 2012, trabajando en la Secretaría de Gobierno de Antioquia fui por primera vez. Íbamos a conversar con la comunidad sobre acceso a la justicia como parte de una estrategia de fortalecimiento institucional y de justicia cercana al ciudadano. Lo primero que me encontré fue la guerra frente a frente.
Llegar en helicóptero a una improvisada base militar, hacer un recorrido escoltados, llegar a un parque principal militarizado, rodeado de trincheras verdes y negras. En ese panorama la gente hacía su vida aparentemente resignada a esas condiciones. Empezamos la conversación y me quedó clara la inteligencia, la resiliencia y la belleza del espíritu de la mayoría de sus habitantes. Noté la desconfianza en el Estado que yo, en parte, representaba; me contaron muchas historias de incumplimientos, de falsas promesas, de dolor. Sin decirlo, quedé comprometido con esas personas y con muchas de sus causas.
Al regreso en el helicóptero venía tendido en el suelo un joven soldado que había caído en una mina anti personal. Recuerdo perfectamente su miedo, sus lágrimas escapándose por debajo de los parches que cubrían sus ojos, su piel afectada por las esquirlas de la explosión y su superior haciendo hasta lo imposible por darle tranquilidad y comodidad. Lo dicho, me encontré frente a frente con la guerra.
Por esa realidad, por las desigualdades, por las oportunidades que podría representar Hidroituango, por la capacidad de su gente, por convicción y por amor, Ituango se volvió una prioridad para el gobierno del que yo hacía parte. No hay otro municipio al que haya ido más durante esos 4 años.
Vinieron los grandes paros nacionales, las movilizaciones campesinas y estudiantiles, las mesas de diálogo, los pliegos de peticiones, las conversaciones. Fueron muchísimas reuniones con organizaciones sociales muy diferentes, generalmente representadas por personas nobles que luchaban por sacar adelante su pueblo. Logramos acuerdos, avanzamos en muchos temas. Nos ilusionamos juntos con la paz, advertimos el riesgo de no ocupar el territorio con ofertas públicas y privadas, pero no logramos movilizar al gobierno nacional en ese propósito. Se perdió esa oportunidad.
Este sábado 27 de agosto el presidente Petro instaló en el municipio el Puesto de Mando Unificado por la vida, habló de cese al fuego y de paz. Vi fotos de caras conocidas con ojos optimistas.
Por Isabel Palacio, la mujer joven talento que ha deslumbrado en Medellín, que escribe, es música, baila, actúa, protesta y no sé cuántas cosas más. Por Vicky la incansable rectora del colegio que llena de argumentos ha exigido siempre los derechos de estudiantes, maestros y maestras. Por Lupa, profesor, fotógrafo, papá, líder. Por Esteban, joven político estudioso, honesto, riguroso. Por mi amigo Martín y su familia. Por los jóvenes de la selección Colombia de ultimate. Por su café, por sus paisajes, por su historia, por justicia, Ituango se merece la paz total y un futuro lleno de oportunidades.