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Irreverencia gentil

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Nadie avanza sin disenso, de eso se trata la democracia. El único sistema, imperfecto, que nos ha permitido llegar a acuerdos entre distintos. Si no debatimos, estamos condenados al status quo y eso es el fin de la evolución.

Los retos sociales requieren miradas complejas, creativas y a la vez rigurosas. Las soluciones a los problemas actuales no van llegar sino cambiamos el abordaje y las  formas de aproximarnos. Hasta aquí llegamos con miradas y metodología tradicionales y parece que no ha bastado o que ya no funcionan. El entorno cambió y por eso los profesionales del presente debemos entrenarnos, no solo aprender, sobre innovación, pensamiento sistémico y liderazgo en el caos.

Estamos ante problemas multicausales, sistémicos y complejos. Trabajamos en entornos diversos y postpandemicos, lo que ahonda la complejidad. Ya no solo el entorno es distinto e hiperconectado, sino que las personas cambiaron y tienen una nueva relación con el trabajo, que no es precisamente fácil de manejar.

Nuestro presente se resume en la sigla -BANI- que se refiere en inglés a un entorno: Frágil, Ansioso, No lineal e Incomprensible. Atrás quedó el mundo VUCA – Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo; por lo cual el reto ahora es mayor.

Es por esto que requerimos abordajes distintos y capacidades diferentes a las famosas y noventeras habilidades blandas o para la vida. Ya no solo basta con la empatía, la tolerancia a la frustración y la comunicación asertiva. Ahora para poder innovar y enfrentar un mundo que nadie antes había conocido, necesitamos valentía, irreverencia, curiosidad, flexibilidad, serenidad y mucha humildad para sabernos cada vez con menos información ante la velocidad a la que va la producción de conocimiento.

En Israel, que es potencia en innovación, podríamos encontrar algunas pistas para ser más creativos y enfrentar entornos frágiles e incomprensibles. Los israelíes usan la palabra Chutzpah para referirse a un rasgo cultural que ha determinado su capacidad creativa. Chutzpah significa irreverencia, osadía, audacia. Es básicamente la capacidad de decir las cosas de frente para buscar soluciones y resolver con franqueza.

En Colombia y particularmente en Medellín, estamos lejos de tener ese rasgo cultural dado que hablar de frente se percibe rudo y se pierden en las formas, todo el fondo. Se requiere un cambio cultural más que intelectual, para seguir ganándonos el galardón de innovadores. Seguimos siendo la cultura de “dorar la píldora”, de hacernos pasito, de decirlo “más bonito aunque sea más larguito”, la ciudad que dice que “por sabido se calla”, criada en la cultura del no se habla de política, futbol y religión. Somos los prudentes, que no se si por ello seamos verdaderos sabios. Y los que queremos saber menos, para vivir más porque “el que menos sepa más vive”.

Algo ya no funciona en la ciudad de la eterna primavera. Revelan las mediciones de capital social de Medellín, que carecemos de habilidades políticas, pero sobre todo de la capacidad de hacer explícitos los problemas y de negociar.  Ambas son características indispensables para el pensamiento innovador y de diseño, y sobre todo para aumentar el fragmentado capital social y la confianza que tenemos en los niveles más bajos del país.

Estos son ingredientes mínimos para que surjan las buenas ideas, unas que nacen solo de la tensión creativa que es capaz de hablar de los problemas y puede negociar entre posturas opuestas, que se exponen sin censura.

Los retos sociales y ambientales, en contextos políticos y económicos difíciles; deben abordarse con una irreverencia gentil. Una que reconoce en su interlocutor valor y por ello lo trata con el respeto del disenso cuando lo hay, con franqueza radical y con un debate argumental y nunca personal.

Aunque nuestra cultura “paisa” nunca se haya caracterizado por hablar de los problemas de frente y hayamos pasado décadas con modelos paternalistas y autoritarios; ha llegado el momento de adaptarnos a un mundo que definitivamente cambió y que requiere más amor, más gentileza, pero al mismo tiempo más conversaciones valientes y libertad en el debate para que podamos avanzar.

Debemos aprender más del chutzpah y empezar  a confrontar sin temor reverencial a las autoridades, si miedo a expresar las opiniones y sin condescendencia al interlocutor, porque contradecirlo es respetarlo.

Medellín debe cualificar su debate público y convocar nuevas miradas, para no convertirnos en una ciudad que vive de la gloria del pasado.

Otros escritos de esta autora:
https://noapto.co/juana-botero/

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