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Imaginen ser un niño y celebrar la muerte de un cabecilla, de un representante o de un miembro cualquiera de la guerrilla. Imaginen llegar del colegio, acostarse en la cama a descansar, prender el televisor de tus papás y encontrar un aviso en rojo que dice última hora con una cansionsita de fondo. El contenido son hombres armados hasta los dientes, helicópteros, camillas de heridos e imágenes que identifican el cuerpo de quien, al parecer, era necesario matar.

Imagen sentarse a comer en la noche después de haber terminado las tareas. Escuchar a tus papás celebrar la muerte de un cabecilla de las FARC. ¿Era un malo o qué?, preguntas. Sí mi amor. Esa gente hace mucho mal. Imaginen ser un niño y comprender que a los malos hay que matarlos.

Llegas al colegio y todos parecen pensar igual. Celebran la muerte de un supervillano que no se parece a ninguno de los que salen en las películas o en los programas que dan en la tele. Nadie sabe muy bien quién es o qué hizo. Solo sabes que tenía que morir. Imaginen pensar que es natural. Matar para honrar la patria.

Piensas en ese niño que te pegó una patada en pleno partido de fútbol. O en ese otro que se burló de ti por no saber hablar con las niñas. También son malos, concluís. Imagen pensar que un helicóptero también podrá llegar a bombardear sus casas. Pero un día ves el helicóptero pasar encima de la tuya. Suena muy duro, no te deja hablar. Piensas que tal vez será el final. Llevas dos misas sin confesarte. Eres el mal.

Imaginen crecer en un país en guerra. Un país donde hasta la bandera le hace alusión a la necesidad de derramar sangre para buscar la paz. Imaginen crecer sin la posibilidad de entender o cuestionar. Imaginen ser un niño y levantarle el pulgar a un militar en la calle sin saber lo que ha visto su arma. Imaginen ir a cualquier finca y dormir al lado de tus papás por si en la noche se llegan a entrar hombres de las FARC a secuestrar. Imaginen llorar del miedo después de soñar que se llevaban a tu mamá.

Imaginen ser un niño y ver en la televisión que tu país vota que no a la paz. Imaginen tener que escuchar a alguien en tu salón decir que toca matar a todos los guerrilleros. Imaginen ser un niño y anotar el número del cuadrante de policía más cercano. Guardarlo en tu nochero por si alguna noche llegas a escuchar un vidrio quebrarse, hombres gritar o un disparo estallar.

Imaginen ser un niño y no aguantar. Exigir que lo mejor es salir de Colombia para poder vivir con tranquilidad. Llorar sin sentido al lado de tu mamá o de tu papá por miedo a que los puedan matar. Imaginen sentir la necesidad de acompañarlos a hacer cualquier vuelta, a cualquier hora, cualquier día, por pensar que, si los van a matar, mejor que también mueras tú.

Imaginen ser un niño y pensar en la posibilidad de ser secuestrado, torturado o asesinado. Imaginen tener que saber qué palabras o discurso puedes utilizar para que los dejen en libertad. Imaginen tener que pensar constantemente en cómo te harías el muerto si llega a estallar una bomba en el restaurante en el que estás. Imaginen tener que tener claro un lugar donde podrás esconderte en caso de que pase lo peor.

Imaginen ser un adulto y aprender a perdonar. Imaginen poder ofrecerle a los niños la posibilidad de vivir imaginando su país en paz, sin matar. Imaginen cambiar los helicópteros por cometas. Imaginen cambiar las armas por lapiceros. Imaginen ser un niño en paz.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/martin-posada/

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