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La comodidad y el placer se han tomado las vidas de muchas personas, poniéndolas en una posición de parálisis e indiferencia. Cualquier esfuerzo que haya que hacer es una transgresión.
Ese excesivo deseo de comodidad y placer causa que la mente y las acciones estén determinadas y encadenadas a los impulsos que van llegando y que van encausando la manera en la que se responde a todo lo que pasa. Con una perspectiva así, es fácil sentirse ofendidos y atacados, ya que la fragilidad de la comodidad y de que las cosas sean como uno quiera, está muy marcada. Pues la vida se compone justamente de todo tipo de situaciones desafiantes y que implican esfuerzos diferentes, pero que bajo la mirada que hablaba, esos esfuerzos pierden validez y se convierten en obstáculos y excusas para no avanzar. O peor, para buscar formas de llegar que pasen por encima de otros, sin tener en cuenta los impactos que eso puede generar.
Lo paradójico de esa búsqueda de placer es que viene motivado por la búsqueda de la libertad, de sentir que se está eligiendo lo que se quiere y que no se es esclavo de nada. Pero, ¿no es justo eso a lo que se llega? Pues al estar determinados por esas razones, se sacrifica la propia razón para darle paso a las emociones descontroladas, a los impulsos y a los estímulos externos. Así se debilita la propia capacidad de decidir por sí mismos y se vuelve cada vez más difícil sobreponerse ante los obstáculos y pruebas que irremediablemente van a ocurrir en la vida.
Tampoco estoy diciendo que hay que alejarse de todo lo cómodo. Tampoco es una cuestión de dormir en el suelo, comer cosas insípidas o similares. Pero sí creo que nos estamos acostumbrando tanto a que todo tiene que ser ya, todo tiene que ser rico, todo tiene que darme placer.
La vida es para disfrutarla. De por sí es lo suficientemente dura y aleatoria. Es por eso que creo que mientras más deliberados seamos en la forma de afrontarla, mejor la vamos a pasar. Al tomar decisiones difíciles y afrontar la incomodidad, nos hacemos la vida más fácil y llevadera. No porque se vuelva más fácil en sí misma, sino porque nosotros somos mejores, porque tenemos una perspectiva diferente.
En cambio, la comodidad nos hace débiles, dependientes y mediocres. El placer nos quita capacidad de decisión, nos impide mejorar y crecer. La vida se hace cada vez más difícil y complicada porque depende de tantos factores para que funcione.
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