Hostilidad horizontal

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El término “hostilidad horizontal” se comenzó a utilizar por allá en los años 70 en medio del movimiento feminista. Este hace relación a un rechazo profundo y casi violento de una parte de un grupo minoritario hacía personas de su mismo grupo por considerarlas tibias o moderadas.

El resultado de la hostilidad horizontal es un trato agresivo, bullying e inclusive destrucción de la reputación de una parte de un grupo que busca un cambio social, hacía miembros de su mismo grupo que comparten solo algunos, y no todos los planteamientos más radicales.

Este fenómeno es claramente identificable al interior de otros movimientos como el LGBTIQ+, los animalistas, discapacitados y por supuesto partidos o movimientos políticos sobre todo con posiciones de centro o centro izquierda.

Para el caso del movimiento feminista por ejemplo, las mujeres no nos libramos de comportamientos propios de dominación masculina y dentro de los mismos colectivos los ataques hacía aquellas consideradas más “convencionales” son constantes y severos precisamente por no ser lo suficientemente “feministas”. Lo mismo pasa por ejemplo con el colectivo de personas bi sexuales dentro de la comunidad LGBTIQ+ o con los veganos, frente a los vegetarianos. Pareciese que hay que ser radical para tener el honor de pertenecer a una minoría oprimida.

Vale la pena decir que, esta hostilidad es el producto de la debilidad y no de la fuerza, es decir, que aquel grupo que violenta a los mismos dentro de su minoría, se siente, o se encuentra, en una posición de mayor debilidad frente al violentado y su mayor o incluso único recurso para demostrar su fuerza es el psicológico, por esos sus ataques normalmente son en este campo.

Esta semana en el pequeño mundillo político de Medellín vimos un claro ejemplo de la hostilidad horizontal. Ejemplo de libro de texto, mejor imposible.

Ante el voto positivo a la solicitud de vigencias futuras, de concejales opositores al gobierno de Daniel Quintero, sus mismos aliados en la causa opositora salieron a aniquilarlos, tal y como lo dice la teoría: bullying, destrucción de la reputación, desconocimiento de sus aportes a la causa, violencia psicológica frente a su pertenencia al grupo.

De pronto estos concejales, que han mostrado un trabajo juicioso y riguroso de oposición durante años, que han llevado a la luz pública denuncias debidamente fundamentadas, que han sido cara y voz de la resistencia en contra del gobierno municipal, se convirtieron en traidores de la causa, en vendidos, en faltos de capacidad. Y la minoría más radical, en una posición más débil que la de los concejales, se despachó en todo tipo de calificativos y críticas destructivas para desconocer un trabajo consistente en el tiempo.

No se trata de que el mismo grupo tenga que compartir todas las premisas que los juntan, se trata de saber disentir sin violentar, de aceptar los siempre existentes matices dentro de una causa, de reconocer el derecho a pensar y decidir diferente y tener claro que nada de esto aleja del objetivo principal por el que se lucha. La hostilidad horizontal no hace más que debilitar un movimiento.

Sin embargo, mientras los mismos miembros del grupo opositor se destruyen internamente, quienes hoy ostentan el poder miran desde la tribuna congraciados, pues de todo este espectáculo, ellos serán los únicos ganadores.

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