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Esteban Mesa

Hoja en blanco. Agradecer y disfrutar

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Otra hoja en blanco. Enero es un lunes gigante con todo lo bueno y lo malo que eso significa. Me voy a quedar en la oportunidad que representa la posibilidad de volver a empezar, eso que parece poco pero que en realidad lo es todo. Volver a empezar. Nunca he sido mucho de fechas especiales pero, sin saber muy bien por qué, el 31 de diciembre siempre ha sido diferente. Lo vine a entender este año. Es por la fortaleza que tiene esa idea sencilla pero contundente de una nueva oportunidad. Pasa que algunas veces necesitamos justo eso.

No me queda tan sencillo describir el 2022. Si lo tuviera que resumir en una palabra sería incomodidad. Fue el año en el que prácticamente todo estaba bien pero, por momentos, yo no estaba pleno. Fue un año eterno, interminable, desgastante. No creo que haya fallado más que antes pero si sentí la contundencia de cada paso con mucho más rigor.

Una de las cosas que más me cuestionó fue el famoso pero si todo está bien, ¿qué me falta? Tengo una familia soñada, unas hijas alegres y sanas, unos papas presentes, trabajo estable, algunos logros. Tengo mucho pero sentí también el vacío insoportable de verse funcionando a medias. Demasiadas cosas afuera, demasiadas expectativas (propias) y responsabilidades, demasiadas sonrisas para esquivar el grito de un corazón que no rimaba del todo con la realidad, parafraseando a Sabina.

No todos tenemos la facilidad, la fluidez, el vocabulario, el ritmo, la pluma, para escribir sobre miedos, dolores, victorias y derrotas. Poetas, escritores, músicos, artistas en general, logran transmitir emociones de una forma en la que los demás apenas podemos imaginarnos. Y eso es lo complejo, y lo valioso para mí, de columnas como esta. A muchos nos queda más fácil escribir sobre política, economía, deporte o cualquier tema que ocurra por fuera de nosotros mismos. Más fácil se escribe de lo que se piensa que de lo que se siente, podría decir.

No soy una persona de verdades absolutas e incuestionables, por el contrario, creo siempre en la importancia de mirar desde donde mira el otro. No soy tampoco lejano al dolor, ni al mío ni al de los demás, todo lo contrario. Tampoco me han faltado en estos años errores y derrotas como para entender sin titubeos que así funciona la vida. Pero esta vez, este año, en ese momento específico en el que el panorama se hizo un poco más oscuro, llegué a sentir por primera vez que no era capaz con algo. Querer, intentar y no poder. Volver a querer, a intentar y a no poder. Flotar en una especie de inercia que termina siempre estrellada en el mismo muro de uno mismo.

Desde hace algún tiempo tengo la costumbre de asociar cada año con una o dos palabras que encierran los objetivos principales de los próximos meses. No suelen ser cosas demasiado ambiciosas porque aunque se trate de una nueva oportunidad, no cuestiono ni peleo contra la irrefutable linealidad del tiempo. El 2023, por lo vivido recientemente, por el tiempo recorrido en zonas incómodas de mi mente, por los aciertos y fracasos, por los proyectos y las derrotas, lo quiero vivir desde la gratitud, el disfrute y el control.

Disfrutar más, agradecer y valorar más, cumplirme más a mí y a mi gente. Desde ahí, pelear por lo que creo. Viajar con menos equipaje pero con más tiempo, o por lo menos aprovechando mejor el que tengamos.

Quiero mirar más a los ojos de mi esposa, quiero jugar más con mis hijas, quiero dormir más tranquilo.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-mesa/

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