Les confieso algo: cuando lo de la revocatoria empezó a sonar, yo me oponía. Creía que a Daniel Quintero había que dejarlo gobernar y que el control político iría haciendo mella hasta que el alcalde reconviniera sus acciones. Además, pensaba que este no era el camino que debíamos recorrer porque podría generar más división y polarización en la ciudad. Lo primero no pasó porque simplemente él está imbuido por lo más profundo de su narciso y le importa poco lo que los ciudadanos piensen; y lo segundo, si Quintero sigue en el cargo, podría ser peor.

El alcalde se ha dedicado a gobernar con mentiras, manipulaciones, tergiversaciones y odio. Ni más ni menos. Su agenda, si es que la podemos llamar así, se basa en el escándalo momentáneo, en diatribas a diestra y siniestra y en coyunturas politiqueras que nada tienen que ver con el correcto manejo de la ciudad.

Quintero es un personaje pequeño con grandes ínfulas de poder al que poco o nada le importa Medellín. Su confrontación permanente a los sectores que lo critican ha sido menos para argumentar sobre nuevas formas de entender la sociedad y más para jugar a la división amigo-enemigo y para ahondar en el llamado solapado a la lucha de clases.

Van dos años de gobierno y su gestión ha sido pobre, mala. Un pasón rápido por su plan de gobierno y su plan de desarrollo evidencian que le gusta la cháchara para la galería pero que a la hora de cumplir, lo de hacerse el bobo le queda bien. Les hago una sola pregunta: ¿a ustedes ya les congelaron la tarifa de servicios públicos? No, ¿cierto?

También ha sido oscura. Gobierna con los peores clanes políticos. La repartija burocrática en la alcaldía alcanza para todos, negando la consigna de independiente con la que engañó a tanto ciudadano y evidenciando que para él lo público es un negocio privado.

Pero lo de su incapacidad para gobernar es cuento conocido. Ahora el problema es otro y más grande: el apoyo que recibe de Luis Pérez y Gustavo Petro, los aliados recientes del Pacto Histórico que hacen eco de cada actuación del alcalde y que no han ahorrado elogios para las decisiones que ha tomado, sobre todo alrededor de Hidroituango, tema que cada día enreda más.

Medellín va a ser central, como hace mucho no lo era, en el debate público que se dará en el marco de las elecciones en 2022. El primer round no será en torno a las elecciones del Congreso sino en el proceso de revocatoria a Quintero, en el que las fuerzas políticas se moverán para ir calentando motores y mover sus fichas en la contienda electoral. 

Petro va a jugar, y duro, a favor de que el alcalde se quede en el cargo. Su interés radica principalmente en que, ganando aquí con la revocatoria, da el primer golpe a uno de los sectores que debe vencer si quiere ser presidente.

Los que nos oponemos a Petro y creemos que las elecciones nacionales se tratan sobre todo de que no gane él, tenemos que movernos y ejecutar un primer movimiento táctico: tumbar a Daniel Quintero.

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