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La Feria de las Flores en Medellín es una tradición que enorgullece a los antioqueños, un evento que año tras año atrae a miles de visitantes y que representa lo mejor de la cultura paisa. Sin embargo, detrás de la belleza de los silleteros y el colorido de las flores, de desfile de autos antiguos y la representatividad de éste, se esconde una realidad preocupante: la creciente contaminación ambiental que este evento genera. Es momento de preguntarnos si la forma en que celebramos nuestra antioqueñidad es realmente sostenible y cómo podemos replantearnos estas festividades para alinearlas con el cuidado del medio ambiente.
El impacto ambiental de la Feria es innegable. La llegada masiva de turistas y el uso intensivo de vehículos generan un aumento significativo en las emisiones de CO2. Además, las actividades y conciertos al aire libre, que en su mayoría se realizan sin control adecuado de los niveles de ruido, contribuyen a la contaminación acústica, afectando la calidad de vida de los habitantes de Medellín, especialmente de aquellos que residen en zonas cercanas a los puntos de mayor concentración de actividades.
Este problema ha cobrado mayor relevancia con la reciente presentación en el Congreso de un proyecto de ley que busca la protección contra el ruido. La iniciativa, que busca establecer regulaciones más estrictas sobre los niveles de ruido permitidos en eventos masivos, en establecimientos de comercio y en general en cualquier espacio donde el ruido sea protagonista, es una respuesta necesaria a un problema que ha sido ignorado durante mucho tiempo. La relación entre este proyecto de ley y la Feria de las Flores es directa y evidente: necesitamos repensar la forma en que celebramos, no solo para proteger nuestro patrimonio cultural, sino también para garantizar la salud y el bienestar de todos. El único anhelo es que el proyecto de ley, que entre otras es promovido por un Congresista de la bancada antioqueña, no muera en el intento de ser ley de la república, que surta todos sus debates y que los parlamentarios se tomen el tiempo de estudiarlo, y por el bien de Colombia lo voten de manera positiva.
El ruido no es solo una molestia pasajera; tiene efectos graves sobre la salud mental y física de las personas. Estudios han demostrado que la exposición prolongada a altos niveles de ruido puede causar estrés, problemas cardiovasculares, y trastornos del sueño. En una ciudad como Medellín, donde la topografía amplifica el sonido, la situación es aún más grave.
Pero la contaminación no se limita al ruido. La gestión de residuos durante la Feria también es un desafío. Aunque se han implementado campañas para promover el reciclaje y reducir el uso de plásticos, la realidad es que el volumen de basura generado sigue siendo alarmante. Las calles de Medellín, que deberían ser un reflejo del respeto por nuestra tierra, terminan cubiertas de desechos al final de cada jornada festiva.
No se trata de cancelar la Feria, sino de transformarla. Es necesario un cambio en la mentalidad con la que abordamos estas celebraciones. Podemos y debemos encontrar formas más sostenibles de honrar nuestra cultura, que no comprometan el medio ambiente ni la salud de las personas. Esto podría incluir la promoción de transporte público o medios de transporte alternativos durante el evento, la implementación de zonas de bajo ruido, y la planificación de actividades que respeten los límites de decibeles establecidos.
En conclusión, la Feria de las Flores es una parte invaluable de nuestra identidad, pero su celebración no debe venir a costa del bienestar de nuestra ciudad y sus habitantes. La aprobación del proyecto de ley contra el ruido en el Congreso sería un paso importante en la dirección correcta, pero la responsabilidad de proteger nuestro entorno recae en todos nosotros. Replanteemos la forma en que celebramos la antioqueñidad para que, en el futuro, la Feria siga siendo motivo de orgullo, no de contaminación.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/ximena-echavarria/