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Daniel Yepes Naranjo

Hambre de poder vs. Hambre de verdad

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Voy a decir algo que caerá muy mal en algunos sectores, no sin antes aclarar que yo, desde que se fue volviendo una realidad, empecé a apoyarla: siquiera se cayó la revocatoria a ver si nos concentramos.

Creo que llevamos dos años y medio culpando a Quintero de todos los males que vive la ciudad. Sí, el alcalde de Medellín es clientelista, politiquero, mentiroso, demagogo, manipulador, irresponsable e incompetente, pero eso no significa que los problemas que enfrentamos hayan nacido con él ni se vayan a acabar cuando se vaya de su cargo. Repito lo que he venido diciendo: Daniel Quintero es más consecuencia que causa.

Empiezo hablando de la revocatoria y de Quintero para hilar mi crítica a algo que me dejó sumamente preocupado luego de una conversación con Luis Fernando Agudelo, director de Medellín Cómo Vamos. Resulta que el 22% de las personas en Medellín se van a dormir sin haber comido tres veces, es decir, desayunan o almuerzan pero no cenan, o almuerzan y cenan pero no pueden desayunar. Y no es que estén haciendo ayuno intermitente como los blanquitos en problemas; es que no tienen un peso para comer. Punto.

Sí, la gente se acuesta con hambre. Sí, en Medellín, la ciudad milagro, la ciudad modelo, la de la articulación perfecta entre la universidad, la empresa y el Estado. Esa.

¿Culpa de Quintero? ¿De Fico? ¿De Aníbal? ¿De Alonso? ¿De Fajardo? No. Culpa de todos. O sea, de usted y yo, y de los empresarios preocupados por sus utilidades, y de los políticos por sus votos, y de los medios por su rating, y de la academia por sus premios, y de las organizaciones sociales por su coherencia. Todos muy activos desde su respectivo nicho, pero de espalda a los ciudadanos y a los problemas reales.

¿Cómo putas hay gente con hambre en nuestra ciudad y todos dormimos tranquilos? ¿Por qué este no es el principal tema de discusión en la cantidad de conversaciones que hay entre diferentes actores políticos? ¿Cómo putas hay gente con hambre en nuestra ciudad y seguimos concentrados en las luchas de poder a las que estos ciudadanos, que se van a la cama sin comer, cada día tienen más sin cuidado? ¿Creen ustedes, de verdad, que a las personas a las que, administración tras administración no les mejora la vida, les importa quien las gobierna? Perdón por dañarles el final de la película: no, no les importa.

Tenemos que resolver la estabilidad institucional. Tenemos que elegir buenos alcaldes. Tenemos que combatir la corrupción enquistada en las entidades del conglomerado. Claro, todo es fundamental. Pero, sobre todo, tenemos que poner el foco en la gente, en sus necesidades, en los problemas de su cotidianidad. El ser humano no puede seguir siendo un asunto secundario y los juegos de poder no pueden seguir opacando una realidad tan compleja como la de Medellín. Estamos sin rumbo, y eso no se resuelve solo cambiando de alcalde.

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