¡Gratitud, Colegio Horizontes!

¡Gratitud, Colegio Horizontes!

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Suelo no escribir columnas sobre temas personales y menos privados o íntimos. También es política de este portal que, como medio de opinión, hagamos esto lo menos posible, lo cual respeto y acato, casi siempre, y, cuando me salgo de la línea, sé que cuento con la licencia comprensiva de nuestro humano director. 

Por otra parte, considero, en primer lugar, que prácticamente todas las columnas de opinión son, de alguna manera, personales. En segundo término, los seres humanos somos más dados a la crítica que al elogio, a subrayar lo malo, en vez de resaltar lo bueno. De ahí que los actos de gratitud sentida, y no únicamente como una cuestión de cortesía momentánea y protocolaria, sean escasos.

Esta es una columna personal y familiar para expresar nuestra gratitud al Colegio Campestre Horizontes, esto es, a sus directivas y empleados, tanto docentes como administrativos. Entre tantas noticias negativas que recibimos a diario, nunca sobra dar buenas nuevas, que mantengan viva la esperanza en la humanidad. 

Cuando mi hija Valeria iba a ingresar a segundo de primaria hubo dos acontecimientos de esos que cambian un tanto -no puedo precisar cuánto- el rumbo de una vida, y, en este caso, de nuestra familia. En primer lugar, fue diagnostica como prediabética de tipo uno, lo cual supondría que sería por siempre insulinodependiente, lo cual, varios meses después, terminó en falsa alarma, aunque sus quebrantos de salud permanecían. En segundo término, nos pasamos a vivir de Medellín al Oriente antioqueño. Había que buscar, pues, un colegio para ella en la región, en el que fueran comprensivos con su situación de salud.

Asistí a una reunión informativa para aspirantes al Colegio Horizontes, y algunas inquietudes que tenía sobre el mismo, quedaron conjuradas en su mayoría.

En su primer año en la institución, segundo de primaria para ella, desaparecieron todas, gracias al cariño y esmero que le brindaba su profesora Maribel Betancur en todo momento y más en los de crisis de salud, con el apoyo del resto del personal académico, administrativo y directivo del colegio. En los años posteriores, cada vez que llegaba del colegio, yo la recibía con dos preguntas: cómo te fue y qué hiciste, y la respuesta sistemática pero sentida era casi siempre la misma: “bien y jugar”. Mejor no podía ser.

Con respecto a su salud, la cuestión de la diabetes había sido descartada, aunque las dificultades permanecían y hasta se acentuaban, sin un diagnóstico claro, pero siempre contando con el apoyo del colegio. Al entrar a la adolescencia, los síntomas fueron más inquietantes, pero por fin tuvimos un diagnóstico más certero: por una parte, una deficiencia del factor von Willebrand (una enfermedad huérfana que le impide que la sangre coagule bien), aunado a una deficiencia de oxígeno y a otros problemas hormonales, no propios de todas las adolescentes.

Aun así, el último año y medio han sido críticos para ella. Tuvo que abandonar el voleibol, que tanto le apasiona, y, en reemplazo, ha tenido que convivir con mareos y desmayos, con pérdida total del conocimiento algunos. A menudo, no se puede sostener de pie sola. Apenas ha podido asistir, cuando mucho, a la mitad de las clases, aunque, eso sí, ha mantenido un buen rendimiento académico, sin que nunca se lo hayamos exigido. Lo que no desfallece es el apoyo incondicional y personalizado del colegio, sus profesores y directivas, que le hacen honor al eslogan de Horizontes: calidad con calidez.

Resalto en mayúsculas, y a riesgo de que la memoria me falle, a Maribel (ya citada) a Yamile, Juan Carlos (anterior coordinador de secundaria), a LuzMa, a Carlitos, a Mauro (Correa) y a Sebastián Valencia. Y por supuesto, a Luz Stella González, su rectora, y a Juan Luis Mejía, su fundador, y ahora también docente de Vale. No por su rol -los que me conocen saben que soy de pocos cumplidos-, sino también porque se han mantenido pendientes de mi Princesa, en aras de garantizarle las mejores condiciones posibles para terminar sus estudios y por ser los responsables de escoger ese equipo maravillosos de trabajo que los acompaña a ellos, y, sobre todo, a sus estudiantes.

A propósito, gratitud también con los compañeros y amigos del colegio, y con los padres de familia de ellos, que la han apoyado en sus momentos de crisis. Ellos saben quienes son.   Ahora Vale está un poco mejor y este año ya se gradúa. Es muy valiente y admirable como paso a paso va superando lo que es posible y conviviendo con lo que es inevitable. Sabemos que nuestro Tesoro no es un caso único, son muchos los que demandan una mayor atención. Por múltiples razones, requieren más esfuerzo por parte del colegio, que aun así los trata, no como clientes, ni principalmente como estudiantes, sino, ante todo, como seres humanos únicos e irrepetibles, que merecen ser reconocidos y apoyados con sus particularidades, potencias y carencias. Gracias, por siempre, Colegio Horizontes, ¡Calidad y calidez!

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/pablo-munera/

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