En casi un mes me gradúo de mi carrera. Es cuestión de días cerrar un ciclo de cinco años que tenía como intención darme las herramientas necesarias para enfrentarme a la vida laboral, de acercarme a mi vocación y prepararme como profesional, pero que me llevó a encontrar, aprender y entender mucho más que eso.
Después de cinco años puedo decir que, si bien mi carrera no es lo que esperaba, que no me enloquece ni apasiona como a otras personas, mi universidad sí ha sido el hogar que me ayudó a entender la vida más allá de esa vocación que no logré sentir. He aprendido la importancia de la disciplina, el trabajo duro y el esfuerzo, y más allá de eso, lo relevante que es disfrutar mi juventud y rodearme de personas que me acompañen en ese objetivo. La universidad no solo me dio mi carrera, también un grupo de hombres y mujeres que durante estos años me han visto crecer y los cuales han crecido a mi lado.
La amistad que nace de grupos estudiantiles y semilleros, los saludos rutinarios a quienes me vendían un tinto cada mañana, los porteros y ronderos que veía siempre en la biblioteca, la humanidad de las mujeres que siempre encontré en el último piso del bloque de mi carrera, los profesores y profesoras que procuraron dejar algo en mí más allá de la academia.
Después de cinco años también me quedan los amigos que hice en algún salón de clase. Personas de mi edad que en algún momento coincidieron en mi camino y que ahora, como yo, están concluyendo este ciclo tan importante en la vida; algunos con los que no tengo ni una sola similitud pero que en esas mismas diferencias marcaron mi presente; otros que parecieran mis hermanos, hermanas, que estaban destinados a que nos encontráramos, muchos de los cuales veo como los tíos de mis hijos cuando crezca.
Me cuestiono constantemente si hice bien en escoger esta carrera, me pongo nerviosa de pensar qué sigue después de la graduación, cuáles trabajos vendrán y cuán preparada quedé para ser muy buena en ellos. A este sentir también se une lo emocionante que es por fin ver los frutos de tanto esfuerzo y llegar a ese momento que todos veíamos tan lejos, haber logrado pasar todas esas materias que parecían imposibles y por culpa de las cuales muchas veces quisimos tirar la toalla, los dramas universitarios a los que les dimos mucha importancia y el compromiso que fue para nuestros padres, en este caso mi madre, pagar la carrera que decidimos en la universidad que deseamos.
Mi columna de hoy es una forma de honrar todos esos esfuerzos, los de mi familia y amigos, los de aquellos profesores que lograron marcar mi vida con su vocación y los de cada una de las personas que hicieron de la universidad mi segundo hogar.
No tengo una mínima idea de lo que nos depara en la vida, pero sí lo mucho que me intriga y emociona averiguarlo. Deseo ansiosa que llegue ya el día de empezar a explorar lo que puedo lograr y de conectar con una versión distinta de mí misma, más adulta, una donde pueda enfocarme en mis proyectos, y ver lo que nace de quienes me rodearon en este recorrido que se hizo tan corto como eterno.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/mariana-mora/