Gaza. Sí, otra vez Gaza. Las veces que sea necesario durante este infierno engendrado por energúmenos que se han bebido el poder y que nos recuerdan que para ser humano no basta con verse como uno. Nos recuerdan que el infierno es de creación propia. El doble rasero de la sociedad que hemos entronado es una barbaridad. La selectividad del dolor es vergonzosa, indigna. Una pareja judía es asesinada por un demente en Estados Unidos y entonces es una tragedia de dos personas con nombre, historia y sueños, merecedora de titulares escandalosos y detalles, indignación y repudio. Esos sí eran seres humanos, no como las decenas de miles de muertos gazatíes ni las madres pidiéndoles perdón a sus hijos desnutridos inmóviles (¡yo jamás te hubiera dejado morir de hambre!) ni los más de dos millones de la Franja ni como cualquier palestino: los sin rostro. Recordó Paco Cerdà las palabras del fotógrafo Juan Valbuena: “La gente pobre no deja apenas rastro. Un nombre en un listado, una carta familiar, una fotografía desleída, unos dibujos en el reverso de un calendario, un juguete de madera del niño”. Quienes defienden estas barbaridades son, tantas veces, los mismos que se lamentan ante la baja tasa de natalidad, exigiendo que se sigan trayendo niños a una humanidad que se ha olvidado de sí misma.
“Israel tal vez acabe ganando un pulso táctico con Hamás, pero por el camino ha perdido el alma. Ojalá algún día pueda reencontrarla. Hoy no se vislumbra el horizonte en el cual podrá conseguirlo. A lo largo de ese mismo camino, una mancha se ha ido expandiendo en el alma de Europa. Conviene tenerlo claro: es indeleble”, escribió el periodista Andrea Rizzi. Uno de los aspectos más graves de la manipulación actual desde gobiernos, movimientos fanáticos y redes sociales es ese o estás conmigo y con esta ideología o contra mí y contra tal grupo: si defiendes a Gaza, si criticas que se le dé una importancia descomunal a una pareja judía y se invisibilice a decenas de miles de palestinos asesinados, eres antisemita, estás con Hamás, del lado terrorista. Lo dijo bien Berna González Harbour: “Que un asesino grite “Free Palestine” mientras comete un crimen vil que condeno y condenamos todos los bienpensantes del mundo no nos va a quitar el derecho a las palabras: Free Palestine. (…) que no nos confundan, defender los derechos palestinos aplastados no es antisemitismo, sino decencia moral”.
No dejo de pensar en la injusticia delirante de que esta barbarie se esté cometiendo en nombre del pueblo judío. No concibo la dimensión del dolor que sentirían los millones de judíos que padecieron el horror durante el Holocausto y los años anteriores, como lo han padecido los palestinos durante décadas y, demoníacamente, desde el 7 de octubre de 2023. Qué dirían los intelectuales judíos brillantes que dejaron letras y poesía y aullidos nacidos de la noche más oscura que para tantos no vio la luz. “No en mi nombre”, dirían de todas las maneras posibles y huyendo del silencio cómplice, ese que ha permitido las peores barbaries a lo largo de la historia, incluido ese Holocausto al que hoy se suma el genocidio en Gaza para la infamia eterna. Recordó Elvira Lindo al escritor judío Isaac Bashevis Singer, que escribía en yidis porque era “el idioma en el que hay más palabras para nombrar a un pobre y porque carece de vocabulario para decir armas, municiones, ejercicios militares, tácticas de guerra”. La vida es un puñal.
Pero tantos como él dejaron escrita su visión sobre cómo convertir la vida en otra cosa para no desangrarnos. Hoy hay que recordarlos todos los días para que la infamia no se cometa en su nombre. Uno tiene que dejar expresado quién era uno para que más tarde no haya lugar a una deformación que invalide la propia existencia. Contó Manuel Vicent sobre una visita suya al campo de concentración de Mauthausen en la que vio adolescentes a las carcajadas y también a un anciano solitario que lloraba de rodillas, y dijo que quien no llore hoy como aquel hombre ante las imágenes de esta masacre es que está muerto. Alucino diario con Gaza. Sigo buscando palabras para hablar de lo indecible, en contra del hastío de los demás, para mantenerme viva.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/catalina-franco-r/