Fútbol profesional femenino

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La historia del fútbol jamás podrá ser entendida sin mujeres, ni se está escribiendo hace cinco años con la llegada de la selección Colombia al mundial (con una representación digna de recordar). El fútbol femenino comenzó paralelamente al origen del deporte mismo, especialmente en el siglo XIX en Reino Unido. Era tal la cantidad de mujeres practicando el deporte que en 1921 la Asociación de Fútbol inglesa (FA) prohibió a las mujeres jugar en campos afiliados, argumentando que el fútbol era «inadecuado» para ellas. Esta prohibición duró hasta 1971.

Gracias a la creación de la Federación Europea de Fútbol Femenino Independiente (FIEFF) a finales de los 60, que fueron mujeres que comenzaron a realizar campeonatos no oficiales por toda Europa, la liga de mujeres fue reconocida dentro de la UEFA y la FIFA. Eso sí, les tocó pelear casi una década en condiciones de absoluta precariedad, con todas las labores del cuidado en su cabeza y la necesidad de sostener otros trabajos y oficios, pues claramente no había cómo vivir del fútbol.  Es así como llega el primer Campeonato Mundial Femenino celebrado en 1991 en China.

Las últimas dos décadas han sido un trasiego de lucha por los derechos de las futbolistas en diferentes países del mundo, demandas de igualdad salarial, financiamiento de los equipos, lucha contra el acoso sexual, y un largo etcétera que se repite en los escenarios donde existimos las mujeres.

En Colombia las mujeres siempre hemos jugado al fútbol, buen fútbol. Y aunque para algunos miserables como Gabriel Camargo[1] se trate de “un caldo de cultivo de lesbianismo”, las mujeres lo han convertido en un escenario propio, que sobrevive (para desfortuna de algunos) a pesar de los ataques, las condiciones precarias y la animadversión de una sociedad hecha a la medida de su ceguera.

Con una liga desprovista de dignidad para las jugadoras, los innumerables actos de misoginia normalizados y la lesbofobia constante Colombia hoy es sede del mundial de fútbol femenino sub-20. Después de tantas batallas que han dado solas las mujeres que viven por y para el fútbol femenino, me ha enternecido ver el estadio El Campín con su aforo completo para alentar a la selección, gritando con fervor los goles de Yunaira y Yésica, deleitándose ante la magnanimidad de Linda Caicedo. Todo parecía tan lejano, tan imposible y ahí están, en el lugar de siempre, pero ahora visibles a los ojos del país.

Gracias al trabajo mancomunado de quienes han mantenido la fuerza para sostener el fútbol femenino en Colombia, hoy somos testigos de uno de los hitos más grandes en la historia del fútbol femenino en América. Trabajos como el de la profe Liliana María Zapata, una mujer que lleva tres décadas de su vida apoyando, formando y acogiendo a las futbolistas de Antioquia, entrenándolas desde niñas para formar canteras llenas de talento y futuro. Lo que para nosotras era un sueño para Liliana siempre fue eso: el futuro, y sé que personajes como Manuela Vanegas me acompañarían en esta afirmación.

Mañana 6 de septiembre se disputa en Medellín el partido entre Colombia y México. La boleta no supera los 20.000 pesos. Vayan a ver fútbol con sus amigos y familiares, sean testigos de lo aguerrido, lo digno, vean jovencitas cumpliendo sueños, lesbianas siendo felices.


[1] Presidente del equipo de fútbol Deportes Tolima (2018)

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/sara-jaramillo/

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