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Para escuchar leyendo: Bolero falaz, Aterciopelados.
Al momento de entregar esta columna, la delegación nacional aún no ha obtenido una medalla en los Juegos Olímpicos que se celebran en París. Subrayo el aún porque la escribo también con una esperanza singular en que alguno de los nuestros sabrá regalarnos la dicha de verle en el podio, después de superar las adversidades.
Y ojo, que por adversidad no me refiero solamente a las propias del camino que lleva a una persona a convertirse en medallista olímpica. Me refiero sobre todo a las propias de ser un deportista en un país como Colombia.
Buscando información sobre el resultado de la última carrera de Mariana Pajón y Gabriela Bolle, la cual me había perdido por motivos laborales, me topé en X con un antiguo trino de nuestra bicampeona olímpica. Por allá en 2017, Mariana Pajón, Yuberjen Martínez y Óscar Figueroa, protagonizaban un video donde le reclamaban al gobierno de entonces su decisión de recortar el 67% al presupuesto de Coldeportes. En el trino, Pajón recalcaba la incoherencia de esa decisión justo un año después de la mejor actuación histórica de Colombia en unos Juegos Olímpicos.
Los gobiernos que sucedieron a Santos tampoco mejoraron el panorama. Es muy diciente que en apenas la segunda Olimpiada que Colombia afronta con un Ministerio del Deporte, el primer ciclo Olímpico completo bajo tutela ministerial, la delegación nacional esté cosechando la peor actuación en lo que llevamos de milenio, y que por ahora sea esta la primera edición en la que no consigamos medallas desde Atlanta 96.
Incluso el gobierno actual ha anunciado una reducción significativa en los recursos para premiar a quienes se coronen en las justas.
Ahora bien, las redes por supuesto se llenan de críticos que aseguran poder obtener mejores resultados, mientras trinan en la comodidad de sus amarguras. Fracaso, es una palabra que usan demasiado a la ligera, sin considerar siquiera que el mero hecho de estar allá es un triunfo enorme que la mayoría de nosotros jamás sabremos vivir.
Quienes están en París, y en las subsedes, han llegado allá con todo, menos con un apoyo gubernamental decidido. Lo han logrado por su grandeza, por su capacidad, por sus entornos más cercanos. Vamos hombre, que Queen Saray Villegas tiene que entrenar en pistas rudimentarias o de skate, porque en Colombia no existe una sola pista reglamentaria para el BMX Freestyle. No nos vengamos con cuentos, nuestros deportistas hacen mucho, con muy poco.
Retumban las palabras de Juan Pablo Montoya, los deportistas no trabajan por el País, lo hacen por ellos mismos. Porque los segundos que les representa estar en las pistas, son el resultado de una vida de sacrificios, de esfuerzos, de mucha mierda que han tenido que comer, para ponerlo más claro posible. Cada uno de ellos es un verraco, una verraca, tienen la fuerza y la dignidad que les falta a cada crítico y cada funcionario que les ha negado apoyo.
¡Qué viva la delegación nacional! Y ojalá que aprendamos a entender al deporte como un movilizador social que merece toda la infraestructura, la planeación y el acompañamiento que merecen nuestros talentos.
¡Ánimo!
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