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Fico, no la cague

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La primera vez que supe de Fico fue hace 17 años (2006), cuando yo era personero en la Institución Educativa Benjamín Herrera y él era concejal de Medellín. Recibí una carta de su oficina ofreciéndose para llevar al Concejo temas de interés para nosotros, los líderes estudiantiles.

Como concejal, visitó en un par de ocasiones lo que sería el inicio de Graffiti de la 5, un colectivo de arte urbano que estábamos creando en el barrio Alfonso López, en la comuna 5 – Castilla. Después de eso, seguí de cerca, por buenos amigos, sus dos campañas a la Alcaldía y conocí parte de su equipo que luego lo acompañó en la administración.

En la siguiente campaña, estuve con Juan David Valderrama, con quien trabajé en el INDER durante la administración de Fico y en quien veía una gran opción para esta ciudad. Un gerente claro, técnico y bien rodeado. Valderrama perdió, y con eso comenzó mi travesía profesional en el mundo privado.

Esto lo cuento porque después de conocer de cerca y de lejos a Fico, puedo decir con certeza que no es en absoluto un matón, un aliado del narcotráfico o un genocida. Ese es un relato que desde la campaña presidencial varios sectores de izquierda y cercanos a Quintero han intentado instaurar.

Si hay algo que hay que reclamarle a Fico durante su alcaldía son otras cosas. Por ejemplo, que tuvo una relación bastante conflictiva con activistas del medio ambiente y la bicicleta, especialmente durante las contingencias ambientales. Sin duda le faltó diálogo y disposición para escuchar y atender lo que varios sectores le estaban diciendo.

El operativo en el Parque del Periodista y la represión en el Parque del Poblado fueron un total desacierto en su política de seguridad, al igual que la criminalización de muchos jóvenes que, por decisión o circunstancias, formaban parte de los combos de la ciudad y que al ser llamados una y otra vez como bandidos, terminaron creyéndoselo más.

Y sin duda, el halo de oscuridad que rodeó a su Secretario de Gobierno, Santiago Gómez, fue un gran lunar en su administración, que lo alejó y sigue alejando de muchos sectores. Yo mismo sufrí las consecuencias de su abuso de poder cuando, después de que me habían confirmado la renovación de mi contrato en el INDER gracias a mi bien calificado trabajo, me dijeron que no lo harían porque supuestamente había denunciado al secretario de seguridad de entonces, Andrés Tobón, por un operativo en contra de varios grafiteros de la ciudad.

Para ser justo, también debo señalar avances importantes de su administración en temas que son de mi interés. Su apuesta en educación, especialmente en la reducción de la deserción escolar y en el fortalecimiento de los liderazgos estudiantiles, fue clave y lograron cosas que ninguna Alcaldía antes había hecho.

En temas de arte urbano, terminó siendo una de las administraciones que más invirtió recursos, y se promovieron proyectos de gran alcance que posicionaron esta expresión a otro nivel en la ciudad y en el mundo. En mi mente aún permanecen las batallas, los eventos y los parches que logramos hacer durante las semanas de la juventud de esos años.

Y por supuesto, lo que viví en el INDER fue maravilloso. No solo una gran experiencia profesional para mí, sino que pude constatar lo que se logra en una institución cuando hay criterios transparentes, técnicos y cuidado de los recursos públicos, bajo el liderazgo de Juan David Valderrama, su equipo y la confianza inicial de Fico.

Con esas luces y sombras, mi decisión al final será votar por Fico, porque ante las diferencias ideológicas o las afinidades éticas, hoy prefiero las segundas. Medellín vivió un desastre estos cuatro años por parte de la Alcaldía de Daniel Quintero, y si bien Fico no es mi candidato ideal, hoy con la autocrítica que he escuchado por parte de su equipo y con la visión de corregir el rumbo de la ciudad, le doy mi voto de confianza.

Pero, así como lo hice cuando voté por Petro en segunda vuelta, desde este espacio de libre opinión, quiero hacerle llegar tres mensajes que nos permitan aprender de lo que nos ha pasado en los últimos años en la ciudad:

Rodéese muy bien. Conforme un equipo técnico y diverso que pueda confrontarlo, que no sea un comité de aplausos del alcalde y que represente las diferentes visiones que hay en esta ciudad, más allá de sus conocidos y amigos de toda la vida. Suba el estándar ético a su equipo y exíjales de manera constante transparencia y rigor para hacer su trabajo.

Haga las transformaciones profundas que la administración municipal requiere. Revise la figura del conglomerado público para evitar que nuevamente se convierta en un cartel de la contratación y diversifique sus juntas directivas dando espacio a sectores sociales y académicos, y no solo a la hegemonía de sus secretarios y los empresarios.

Comprométase con reducir los niveles de contratación directa de las últimas administraciones, incluyendo la suya, y por favor, no entregue feudos electorales; es decir, instituciones o secretarías completas con presupuesto, contratación y personal a equipos políticos suyos o de otros. Ahí es donde se engendra la corrupción.

Por último, mantenga canales de diálogo directo con la sociedad civil. No lo haga solo a través de sus «lives en Facebook» y en recorridos en los barrios. Programe con su equipo encuentros periódicos y bien dirigidos metodológicamente, para que los diferentes actores de la sociedad civil puedan dialogar con usted y encontrar juntos alternativas al desastre que nos dejaron. Que la conversación pública nos ayude a salir de nuestras trincheras ideológicas, de nuestro púlpito digital.

Hay que derrotar a Quintero, no tengo la menor duda, pero también hay que aprender que él fue solo el resultado de una causa mayor en nuestra ciudad. La crisis ética es la raíz de gran parte de lo que estamos viviendo, y eso solo se resuelve con transformaciones profundas en lo estructural y, por supuesto, en lo cultural. Si no lo hacemos, todo habrá sido en vano.

La ciudad necesita reconectarse entre sus actores, recuperar el optimismo, restablecer la confianza, pero, sobre todo, necesita volver a plantear como una causa colectiva un gran proyecto de transformación cultural. Empezar priorizando la ética de lo público es lo que requerimos.

Fico, no la cague.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/wilmar-andres-martinez-valencia/

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