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Es la persona. Hemos construido un imaginario perjudicial de lo que es y lo que debe ser un político. Es como si nosotros mismos nos permitiéramos  una gran dosis de hipocresía a la hora de exigir cómo debe ser pero terminamos aceptando que sea todo lo contrario. Me explico.

En campaña se espera al político perfecto, el ser humano impoluto, el que nunca se molesta, el que todo lo sabe, el que siempre gana, el que no comete errores, el que se viste bien, habla bien, responde bien. Se pierden elecciones por bobadas que todos los demás nos permitimos en cualquier día de nuestra vida. En esa misma campaña, sin embargo, se suele premiar con votos al vivo, al agresivo, al que ofrece imposibles, al que miente sin sonrojarse sobre su pasado político o sus aliados, al que elige con un cálculo frío y pausado concentrarse en los síntomas y no en las causas, al explosivo.

Nos hemos olvidado de lo importante. Gobernar es una tarea compleja, llena de dificultades para cumplir lo planeado y sobre todo de imprevistos que tienen que resolverse pronto y para los cuales, en ocasiones, no basta el conocimiento técnico sino que se requiere de algo más, de unos valores, de una profunda humanidad, de un corazón noble, de imaginación, de convicción y de respeto. No es un cargo, un alcalde o un presidente quien toma decisiones, es una persona común y corriente. Por eso es importante elegir buenas personas.

Colombia y Medellín enfrentan coyunturas políticas y sociales retadoras. Yo prefiero una persona que no elija trincheras sino que entienda la complejidad de los asuntos y busque soluciones por fuera de los dogmas de una u otra vertiente. Personas alejadas de la trampa y el engaño, de la violencia en el lenguaje, de las trampas del ego, con la sabiduría de entender que uno no tiene que ser siempre el que aporta la mejor solución. Me gustaría una persona moderada que defienda con vehemencia la fuerza de la diferencia, que sea radical en el respeto por las personas, las instituciones y la ley. Una persona que se rodee de gente con este tipo de rasgos para tener un verdadero equipo de trabajo, capaz de sacar lo mejor de cada persona y de nuestra sociedad. Que bajo presión no renuncie a sus principios y no caiga en el como sea.

No conozco otro antídoto en contra del populismo. Tal vez la solución sea difícil porque efectivamente es mucho más sencillo enfrentarlo con más populismo, caer en la guerra de las fake news, quemar a otros políticos, contratar influenciadores para que hagan el trabajo sucio y correr la línea ética. Pero ese camino ya lo hemos recorrido y llega inevitablemente a lo que hoy tenemos, reforzando la política cosmética del show, de la respuesta al síntoma y no de la solución de fondo.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-mesa/

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