Es de valientes

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He escrito varias veces que he sido feminista desde mi infancia. Tenía 11 años cuando encontré en el movimiento feminista una respuesta a mis preguntas y cuestionamientos sobre el status quo, sobre mi situación en el mundo, sobre experiencias que había vivido y que había visto que las mujeres en mi vida pasaban. En el presente y en anécdotas cotidianas reconocí la diferencia entre la vida de los hombres y las mujeres que me rodeaban, y no encontraba explicación lógica porque en mi casa tuve la fortuna de que jamás me trataron diferente por haber nacido niña.

En el feminismo encontré la explicación a lo que había reconocido como injustificables faltas de respeto, falta de participación de las mujeres en política, agresiones sexuales, competencias entre mujeres, presiones para que nuestros cuerpos se vieran de cierta manera. No sé por qué a una niña en Medellín se le ocurre pensar en el porqué de todo esto, pero siempre me ha caracterizado mi curiosidad incesante. Ser inquisitiva, ir a la raíz de todo, encontrar el porqué de todo. Nunca me bastó con una explicación sencilla. En parte por eso estudio historia.

No sé si fue porque no he tenido miedo de decir lo que pienso y lo que siento sobre la posición de las mujeres en el mundo. Por bullosa, por inconforme, por rebelde, pero quien me conoce sabe que soy así como me describo en papel.

Desde que escribo en este medio me han llegado incontables historias de mujeres y hombres quienes ven este espacio una oportunidad de decir lo que no han podido en su círculo. Me cuentan lo que sienten que no se puede hablar, lo que no es apto para discusiones en la mesa del comedor.

Y aunque sé que todavía tengo mucho por hacer y mucho por decir, la vida me dio el regalo de escuchar a las demás personas, en sus situaciones más vulnerables, con sus emociones a tope, sintiendo rabia, desesperanza, tristeza, miedo; todo lo que yo he sentido en algún punto, especialmente cuando me he adentrado en el mundo de las relaciones de género en el país y la ciudad que habitamos. Y este regalo viene con el gran privilegio de compartir mis plataformas para expandir la voz y el mensaje de quienes así lo deseen.

Una amiga cercana me escribió a contarme una historia de abuso muy fuerte. No de ella, afortunadamente, pero sí de alguien muy cercano. Entre el dolor y la indignación escribió esto que quiero compartir en No apto.

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Muchas veces pedir ayuda es lo más difícil que podemos hacer. Levantar la mano y aceptar que no podemos solos es ponernos en manos de alguien más confiando en que esa persona va a cuidar nuestra alma en su estado más vulnerable.

Sentarse frente a un psicólogo es desnudar el alma, es aceptar nuestra fragilidad confiando en que quien tenemos al frente es quien nos va a ayudar a navegar momentos difíciles.

Pero, ¿qué pasa cuando quien se supone que está ahí para protegernos utiliza nuestro estado más vulnerable para paralizarnos y aprovecharse de nuestra vulnerabilidad para abusar de nosotros?

Denuncia,r para una mujer, es un acto de valentía que solo quienes lo hayan hecho entenderán lo difícil que es. Denunciar a una persona que se ha dedicado a mostrarse como un hombre de prestigio, hombre de familia y valiente luchador es aterrador. Sin embargo, es importante sentar un precedente para que aquellos que se sienten invencibles aprendan que ni los diplomas en la pared ni las instituciones en su hoja de vida les escudan de sus crímenes. Que la voz de una mujer vale, y que estaremos ahí para creerles y acompañarlas.

Estos crímenes que muchas veces no dejan marcas de violencia evidente en el cuerpo y que suceden a puerta cerrada son casi imposibles de probar, pero, así como le sucedió a una mujer que admiro y quiero, y a la que hoy le presto mi voz, estoy segura (tristemente) de que no ha sido a la única.

Con su testimonio y denuncia logró que la fiscalía emitiera una orden de captura en contra de una “eminencia” en una universidad en Antioquia, con la de otras mujeres lograremos que sus crímenes no queden impunes.

Como dije antes, denunciar no es fácil, pero quiero que recuerdes que no estás sola, que tu historia es importante y que te creo.

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Y yo te creo también.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/salome-beyer/

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