Estamos a 6 días de las elecciones en Colombia. No solamente está en juego la conformación del congreso, también se definirá quiénes son las personas que se disputarán la opción de gobernar este país. Entre las campañas de hoy y los gobiernos de mañana hay una estrecha relación que va más allá de la victoria y que tiene que ver con la forma en la que podrá gobernar. No es lo mismo llegar con la libertad de hacer lo que se considere mejor que llegar debiéndole parte de la victoria a las peores expresiones de la clase política nacional.
Desde hace ya más de 20 años, cuando empecé a ponerle atención a las votaciones para el legislativo, me ha llamado profundamente la atención la forma descarada en la que se roban las elecciones y nunca pasa nada. Se habla con normalidad, como si no tuviera consecuencias en el funcionamiento del Estado y por ende en la calidad de vida de las personas.
La cantidad de escándalos y de investigaciones que detallan paso a paso el funcionamiento de las enormes empresas electorales no tienen ningún efecto en la institucionalidad. Quieren que creamos que el país que acabó con Escobar, con los de Cali, con las FARC, el que ha tenido apoyo de la inteligencia inglesa y la gringa, ¿no es capaz de evitar la toma del Estado por parte de los corruptos? Es evidente que no se trata de un problema de capacidad sino de uno de interés, de intención, no han querido hacerlo. El resultado de esa complicidad es la incapacidad de resolver los problemas de fondo de nuestra sociedad pues las decisiones están condicionadas por una lógica tramposa.
Es grave que esto pase en el lugar en el que se hacen las leyes, se investiga o acusa a algunos aforados, se hace control político o se eligen las personas que ocuparán los cargos más importantes del Estado, como por ejemplo la Contraloría y la Procuraduría. Pero hay una implicación aún peor y es que esos mismos “inversionistas” terminen controlando, también, el gobierno nacional.
La corrupción no aparece mágicamente al día siguiente a la posesión de un gobernante, la corrupción empieza en la campaña. Las practicas clientelistas y corruptas no son exclusivas de ningún partido o región. Tampoco la gente honesta y honrada es exclusiva de un sector político, afortunadamente hay gente seria en muchas partes.
A menos de una semana de las elecciones es más importante que nunca fijarse en las personas que rodean a los candidatos a la presidencia de Colombia. Aquí no se medirán únicamente aspectos ideológicos sobre temas como el aborto, la guerra contra las drogas o el libre mercado. Aquí también está en juego la forma en la que usted piensa que se deben tomar las decisiones en el Estado.
El país tiene que ser capaz de construir una alternativa real, seria y confiable ante la evidente amenaza del populismo. Hay un candidato que por estar libre de ataduras clientelistas puede convocar a todas las personas serias de diferentes sectores para construir una visión de país incluyente, justa y moderna. Es claro que Sergio Fajardo tiene la experiencia, los resultados y el liderazgo para ir unificando el país, alejándolo del estancamiento de los extremos y construyendo una agenda de país enfocada en las prioridades. La posibilidad de que eso ocurra se empieza a jugar el próximo domingo.
Un mensaje para la gente de Medellín y de Antioquia. Sé que hay otro exalcalde de Medellín con opciones en otra consulta y quiero invitarlos a revisar las ejecuciones de cada administración. Obras y programas sociales que hoy juntos defendemos de la corrupción de Quintero empezaron en el gobierno de Fajardo. Ese famoso modelo Medellín empezó con Fajardo. La apuesta por la educación y la cultura empezó con Fajardo. El fortalecimiento de las organizaciones comunitarias, barriales, sectoriales, empezó con Fajardo. El presupuesto participativo empezó con Fajardo. Los proyectos urbanos integrales y el urbanismo social empezaron con Fajardo. El aprendizaje de 20 años permitirá corregir y mejorar errores del pasado, la madurez permitirá enfocarse en lo que nos une y no en lo que nos divide.
Hay alcaldes que cambian la historia, unos que pasan y otros que destruyen. Quintero es de los últimos, Fajardo es de los primeros.