A propósito de las elecciones que nos convocan en Colombia el próximo domingo 13 de marzo, siempre nos han dicho que una de las formas de votar como ciudadanos responsables es fundamentar nuestra decisión electoral en las propuestas que tengan los candidatos. Acudiendo entonces a este llamado de responsabilidad, que para ser sincero es difícil porque estas decisiones parecen ser tomadas más con el corazón que con la razón, hice el ejercicio de indagar por las plataformas programáticas de los candidatos participantes en las próximas consultas presidenciales e intentar llegar una decisión objetiva, con un interés especial en lo que proponen en términos de modelo económico, pues es un asunto clave para aliviar los dolores de Colombia en los años venideros.
Empezando por el espectro de la supuesta izquierda, y digo “supuesta” a juzgar por la variedad ideológica y de cuestionamientos de los miembros que integran esta alianza política, tenemos al denominado Pacto Histórico. Esta consulta la conforman cinco precandidatos, desde el temido líder de izquierda Gustavo Petro, hasta el pastor cristiano Alfredo Saade, quien ha manifestado públicamente su rechazo al matrimonio igualitario, a la legalización de la marihuana y al aborto. De los cinco precandidatos, a 8 días de elecciones, sólo uno tiene expuesto públicamente su manifiesto programático. Este precandidato es el disidente verde Camilo Romero, quien hace énfasis en la superación de las inequidades y en la innovación para el progreso, redefiniendo el concepto de progreso.
Por su parte, el derechoso Equipo por Colombia, como lo califica el escritor Ricardo Silva Romero, está conformado por cinco precandidatos. A ellos se les reconoce su coherencia ideológica, pues sus prácticas y discursos, en efecto, son de la tradicional derecha colombiana. En este equipo, de los cinco precandidatos, son dos lo que exponen públicamente su visión de país; la precandidata del partido MIRA Aydeé Lizarazo, con una agenda programática marcada por el confesionalismo cristiano y el ex alcalde Federico Gutiérrez, con una juiciosa descripción de su visión programática en la que brillan por su ausencia temas tan necesarios como la redistribución de la riqueza o las reformas tributarias requeridas para alcanzar la equidad y gestionar el déficit fiscal que nos aqueja.
Finalmente, por el lado del centro ideológico, tenemos a la Coalición de la Centro Esperanza, que casualmente, como las otras dos coaliciones, también cuenta con cinco precandidatos. Sin embargo, a diferencia de las otras, todos sus cinco precandidatos exponen públicamente sus enfoques programáticos y propuestas. Esto de entrada, independiente de su contenido, ya es una muestra de respeto y un reconocimiento a la capacidad intelectual del electorado. En la Centro Esperanza, en términos generales, las propuestas tienen una alta concentración en mejorar las condiciones socioeconómicas de la población, a través de intervenciones para que Colombia esté libre de la guerra contra las drogas y el negocio del narcotráfico, con claras propuestas de políticas económicas con enfoques diferenciales que benefician a las poblaciones más desfavorecidas del país, con idearios que reconocen el papel redistributivo del Estado y sus fallas que coexisten con las del mercado, con orientaciones de reformas agrarias necesarias para desarrollar el campo y con propuestas incluso un poco más proteccionistas, como las ya conocidas de Jorge Robledo.
En definitiva, si se quiere votar con la razón más que con el corazón, si se quiere acudir a la objetividad más que a la subjetividad, si se quiere ser responsable con el voto el próximo domingo 13 de marzo, la opción debería ser votar por la consulta de la Centro Esperanza, pues como en algún momento lo dijo el Ché Guevara: “El conocimiento nos hace responsables” y en este caso responsables por el futuro y la esperanza de Colombia.