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Esta campaña presidencial ha sido especialmente rara. No sé si la memoria selectiva se ha encargado de borrar de mi mente los sentimientos, los escándalos y el transcurrir de tantas elecciones que ya me han tocado vivir, o simplemente ha vuelto esos recuerdos más ligeros y menos cargados emocionalmente. Realmente no sé (porque no he sido capaz de mirar objetivamente esta campaña versus las pasadas) si esta si es diferente, pero por lo menos así la siento yo.

Nos está drenando la energía, a muchos les ha golpeado su salud mental y nos atropelló como un torbellino de odio, sin sabores, disputas que a su paso lo único que dejará sin duda, son desastres.

Estamos viendo una primera vuelta que nos la han querido vender como segunda, unos candidatos que nadie se esperaba ver en el tarjetón, dos bandos diciendo que son el cambio cuando hacen alianzas con los mismos que nos han gobernado los últimos 30 años. En esta campaña a todos les olvidó que en Colombia los servidores públicos no pueden participar en política y hemos visto al Presidente, a altos mandos militares y hasta al suspendido Alcalde de Medellín con su cuestionada Gestora Social, haciendo campaña abiertamente, sin tapujos, burlando la ley como cuando se sabe que se está por encima de ella.

Y en el ambiente, una desesperanza total. La campaña de Petro de hoy no es la misma de hace 4 años, cuando parecía representar un cambio un poco más fresco y prometedor. La campaña de Fico no es la misma de hace unos años a la Alcaldía de Medellín, cuando creímos en su independencia, en sus posturas liberales y en la continuación de un modelo exitoso de ciudad. Las campañas hoy son pura emoción. Pero emociones desbordadas, sin control, sin manejo, estamos simplemente el escenario de la pataleta, de la disputa, de la acusación, del “yo soy el bueno y él es el malo”.

Estamos siendo testigos de como un grupo de adultos privilegiados se disputan el poder como niños pequeños en el parque de su jardín. Adultos que nunca aprendieron a manejar sus emociones, que no les enseñaron la importancia de respirar, del autocontrol, de la empatía, de reconocer lo que se siente y tramitarlo y no reflejarlo en el otro, adultos que en televisión nacional lloran para lograr ganarse el juguete que quieren, que gritan como su única herramienta para hacerse escuchar, que mienten para lograr castigar al otro. Adultos a los que quizás les faltaron abrazos, besos y palabras de amor en su infancia, a los que sus padres y educadores nunca les hablaron de la autorregulación, adultos que crecieron sin herramientas para su gestionar su vida adulta.

Esta campaña no ha sido mas que el triste espectáculo de la división nacional. Delincuentes que se disfrazan de martires usurpados de su poder, tradicionales vestidos de jóvenes revolucionarios, ex revolucionarios prometiendo cambios con politicas probadas y fracasadas. Una formula perfecta para la desgracia. 

Y el país, los más jóvenes, los que inclusive aún no han nacido y nosotros, simples votantes, seremos quienes paguemos por este show de emociones que no es más que el resultado de años y años de educación a través del miedo y de la mano dura. Seremos nosotros quienes paguemos con nuestras libertades, nuestros trabajos, nuestras familias y nuestros patrimonios esta pataleta de escala nacional que nadie ha logrado controlar.

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