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Una y otra vez recuerdo la frase del autor bosnio Velibor Colic: “El ser humano se acostumbra a todo, incluso a la proximidad y la certeza de la extinción”. Prueba de ello es lo que ocurre en el mundo que, pareciera que a muy pocos, los conmueve.
Por estos días, o todos los días —sólo que a veces con más fuerza—, resuenan titulares de noticias, vídeos e imágenes sobre el terrible escalamiento del conflicto de Israel y Palestina. Que no es nuevo, lo sabemos. Pero que lleva una semana recrudecido después del inesperado y cruel ataque de Hamás en un festival de música en Israel cerca a la frontera con Gaza, que despertó la furia más despiada del gobierno israelí y que hoy tiene en vilo a todo el pueblo inocente de Palestina.
No hay que ser expertos en este conflicto. Ni en el de Rusia y Ucrania, o en el de Siria, Afganistán, Sudán… etc. para entender el dolor, el temor, la angustia y la zozobra que están viviendo miles de personas alrededor del mundo en medio de una guerra que no eligieron.
Me duele el corazón pensar en tantos hombres, mujeres, niños, y hasta perros, gatos, caballos, vacas, aves, en la naturaleza entera —que somos todos— viendo el fuego caer del cielo, escuchar el sonido de los misiles destruyendo hogares, bibliotecas, hospitales y todos esos lugares donde debería primar la vida.
Dicen muchos, en un tono soberbio e insensible que “ahora todos son expertos en este tema”. Como si el horror necesitara de explicaciones o teorías, como si hubiera que hacer un doctorado o un máster en la comprensión de la vida y del sufrimiento. No se puede ser ignorante ante el dolor humano si lo que nos mueve es nuestra propia humanidad. Por el contrario si lo que nos hace reflexionar sobre las pérdidas de vidas humanas son las posturas ideológicas, políticas o de religión infundadas por propaganda, la consecuencia desastrosa y perpetua será que estos conflictos nunca terminen.
Yo elijo y elegiré siempre la humanidad. Ver a las víctimas con sus rostros, nombres e historias de vida, no como una cifra más que cuentan los tabloides y que quedarán en los archivos de prensa. Me rehúso a escoger un bando, pues basta con ver las imágenes de miles de niños en medio del fuego cruzado por los ataques a Palestina para darse cuenta de que el problema no es únicamente Hamás. Hay gobiernos, es decir, personas que gobiernan, de forma vengativa y sin piedad priorizando una represalia sin escrúpulos contra una mayoría indefensa por culpa de unos cuantos terroristas.
Me aterroriza y me sorprende que hayamos creado herramientas y máquinas tan tecnológicas que hoy viajan por el espacio en busca de otras formas de vida o del rastro de una pasada y nos maravillemos ante el misterio que es la existencia observando las estrellas, mientras que aquí en la tierra, en nuestro planeta, nos sigamos matando y seamos incapaces de convivir en paz como deberíamos.
Invertimos demasiado en la comprensión de nuestro origen, pero invertimos aún más en nuestra propia destrucción.
Dijo Terencio: “Soy hombre, nada de lo humano me es ajeno”.
Es lo que pienso.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/amalia-uribe/