El valor de agradecer

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Agradecer por lo importante, por lo esencial, por lo que está ahí todos los días, por lo que nos es normal, por lo que es difícil, por lo que logramos conseguir, por lo que hay alrededor, por quien nos acompaña, por las circunstancias, por el cielo azul y las aves cantando, por el poder estar aquí y ahora.

Agradecer es un acto de profunda humildad, un acto que es capaz de ver incluso cuando todo pareciera estar oscuro. Agradecer tiene la capacidad de expandir el corazón y abrirlo a la realidad con amor, con paz, con la tranquilidad que solo nace de la verdadera alegría.

Agradecer es difícil y, para nuestra sociedad, un poco contraintuitivo, pues es tan simple, que pareciera no tener ningún significado, pero justo allí reside su poder, en la simpleza de cambiar la forma en la que vemos la vida y darle la vuelta a esa sensación de insatisfacción, de queja y de pesadez que no acaba. Esa sensación de sentirnos atrapados, atacados y en guerra con los otros (o con nosotros mismos, que es peor).

Darse la oportunidad de ver con ojos agradecidos tiene la capacidad de cambiar nuestro interior, pues vemos el mundo tal cual es y dejamos de lado esos sesgos que le quitan brillo, que nos restan poder y que ve a lo demás como enemigo. Agradecer nos conecta con nosotros mismos, con los otros y con la naturaleza, nos hace ver que lo esencial de la vida no es demasiado, sino que se compone de pequeñas cosas muy simples que son suficientes para llenar cualquier corazón de alegría y tranquilidad. Agradecer nos hace ver la realidad desde una visión más proactiva, pues nos permite poner los esfuerzos desde la libertad y la autenticidad de cada uno.

Como todo lo que realmente tiene impacto, el agradecimiento tiene sus mejores efectos cuando se convierte en parte de nosotros, en un hábito. Pero no me refiero solo al decir gracias cuando nos hacen favores o nos dan un servicio. Sino a la capacidad de ver la realidad desde ahí como suficiente y asombrosa. Unos pocos minutos al día para agradecer deliberadamente por lo que sea: lo que está presente, lo que cuesta, los males que no hacen parte de nuestra vida, lo que damos por sentado. Creo que desde ahí, podemos vivir una vida más tranquila, pues nos hace ser conscientes de lo que somos ahora, de lo lindo que nos rodea y de lo que podemos hacer. A diferencia de la tendencia moderna de ver lo que nos falta, lo mejor que están los otros y la necesidad de quejarnos por todo.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-perez/

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