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En todas las tiendas de souvenirs en Antioquia hay alguna referencia a Pablo Escobar. Su cédula, la famosa foto de su reseña criminal, una estampita con su cara, un imán con alguna de sus frases, o el libro que escribió su hermano. Este fin de semana estuve en Guatapé y me encontré una réplica en madera de la entrada de la Hacienda Nápoles. La avioneta y los hipopótamos de la otrora propiedad de Escobar estaban al lado de las miniaturas en bronce con las obras de Fernando Botero. Escobar y su historia son las estrellas de las tiendas de recuerdos al lado del artista más famoso nacido en Medellín.
Esta semana el congresista Daniel Carvalho preguntaba en Twitter qué hacer con la reproducción de la imagen de Pablo Escobar. El debate sobre el tema siempre vuelve. Cada tanto la noticia de un visitante inhalando cocaína en su tumba, o la de un personaje famoso afuera de alguna de sus propiedades, reinicia la conversación sobre qué debemos hacer como sociedad con el recuerdo de Escobar. En la ciudad hay muchos tours que ofrecen hacer un recorrido por la historia de quien fuera el jefe del cartel de Medellín.
Algunos sugieren que deben prohibirse la venta de objetos alusivos a su figura, y restringir el acceso a los lugares donde pasó su vida. Como si fuera posible decretar el olvido de uno de los personajes más populares del mundo. Por mencionar sólo un dato que habla de la magnitud del personaje, en su momento Narcos fue más vista en Estados Unidos que Stranger Things.
Lo que sí se debería hacer es plantear una conversación, es contestarle al relato que enaltece y espectaculariza a uno de los humanos más viles de Colombia, (y eso que la historia de la infamia colombiana tiene muchísimos exponentes). Dejarles a los operadores turísticos cuyo objetivo es la ganancia, la labor de contar el horror y la complejidad de Escobar, no es la mejor decisión.
Los gobiernos, en especial el del distrito de Medellín, debe promover un relato que complemente y refute la imagen del héroe humilde y bondadoso, que ponía bombas pero hacia canchas y casas para los más pobres. El Robin Hood de la cocaína, el patrón de los más necesitados. Necesitamos un tour de Escobar que tenga como centro a las víctimas, que hable de Valdemar Franklin Quintero, de Guillermo Cano. Que les responda a las miniaturas de la hacienda Nápoles y a la serie de Netflix. Que cuente el dolor y honre la memoria de los miles que murieron en su guerra. El recuerdo de Pablo Escobar es ineludible. Es necesario que los que cuenten la historia no sean los objetos de las tiendas de recuerdos y los tours con parada en Montesacro.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-pablo-trujillo/