En este momento un misil puede explotar en el mar Caribe, frente a Venezuela. Uno más. Veremos otra vez los videos de partes cubiertas de fuego consumiéndose sin dejar rastro. Algunos se dolerán de que el teledirigido no haya penetrado el palacio de Miraflores donde hallarían Maduro y su cartel de los soles.
Trump celebrará el nuevo golpe en su guerra contra las drogas en las narices de todos los que saben que los narcóticos de los cárteles viajan, sobre todo, por el Pacífico. En las narices de los que ven, atónitos, semejante acción de fuerza desproporcionada y sin pruebas fuera del territorio estadounidense.
En una calle de San Francisco, que puede ser cualquiera del centro, un transeúnte atravesará asustado un campo “zombie”. Se sentirá inmerso en lo que puede ser una visión del infierno: seres de pie, como estatuas, doblados por la cintura. O caminando retorcidos. O dándose golpes contra una pared. O sentados inyectándose. O gritando una perorata. Consumen Fentanilo, la mayoría, un opioide sintético cincuenta veces más adictivo que la heroína.
En la casa de Nariño Petro habla de los Brayan, que en los barrios se llevan a las mujeres quien sabe a qué y las dejan embarazadas (habrá pensado, aunque no dijo, que como todo calavera anda por ahí trabado). La declaración la hace minutos después de que conoce de primera mano la descertificación de Colombia en la lucha contra las drogas. Y minutos antes de describir que lo que hace grandes a las mujeres es acompasar sabiamente el cerebro con el clítoris.
Es una mujer, Gloria Miranda, la líder del programa de sustitución de cultivos ilícitos. Ha hecho un trabajo destacable con los campesinos del Cauca cultivadores de coca, pero el país la conoció por el abrazo apretujado del Presidente, el abrazo incómodo, el piropo inoportuno: “los periodistas chismosos dicen que las funcionarias bonitas son novias mías, pero a esta la perdimos porque se casó hace un mes”.
En Estados Unidos, el 67% de las sobredosis están relacionadas con el Fentanilo y se calculan más de 328.474 muertes desde 2022, que superan las bajas gringas en las guerras mundiales y Vietnam juntas, según el podcast No es el fin del mundo. La epidemia del Fentanilo está directamente relacionada con las farmacéuticas y el comercio legal de opioides, gracias al que pululan adictos de todas las edades y clases sociales. Hoy, cuando es una droga ilegal y baratísima, cuyo precursores llegan a México desde China y de ahí los narcos hacen su tarea, afecta en especial a las clases medias americanas empobrecidas. La sociedad está enferma y paga su tratamiento con política exterior, mientras evade el debate y la inversión en salud pública.
Pero Trump pasea destructores por el Atlántico y deporta en masa. Porque los migrantes mexicanos, colombianos, venezolanos son jíbaros aupados por los carteles para atacar a América Great Again desde adentro y destruirla. Porque los grupos narcotraficantes son organizaciones terroristas, así lo declaró. Mientras tanto, la cocaína abunda en el mercado y hasta baja de precio.
Tal vez porque Colombia duplicó el área cultivada de coca y representa el 67 por ciento de los sembrados del mundo en el gobierno de Petro, que desperdició una oportunidad histórica. Al principio de su mandato, cuando decía cosas sensatas, planteó en Washington el fracaso de la guerra contra las drogas y una nueva narrativa que no priorizaba la represión contra los cultivadores, el eslabón más débil de la cadena, sino a los actores de más impacto. La narrativa no derivó en articulación de entidades ni metas o fuentes de financiación claras, sino en pérdida sistemática de fuerza y control sobre el territorio y en más homicidios.
Trump no ve a sus blancos zombies en las calles porque la guerra contra las drogas ha sido racial y externa: instrumentalizada para favorecer otros intereses, como cuando los gringos patrocinaban grupos paramilitares traficantes con tal de impedir la expansión del comunismo en América Latina.
Ellos, protestantes puritanos, siempre pensaron que los males de las sustancias las llevaron los bárbaros de fuera, desde que prohibieron el alcohol y explotó la mafia contrabandista. Para ellos el opio era un vicio de migrantes chinos y mexicanos; la marihuana, de indios y latinos; la heroína, una plaga que les contagiaron los vietnamitas a los soldados en la guerra; el crack, un problema de negros… Al fin y al cabo, en todo barrio hay un Brayan.
Trump reencaucha la doctrina Monroe y la perfecciona, porque ahora no le exige colaborar con gobiernos sino que le permite entrar a cualquier parte a acabar con el terrorismo de los carteles.
Y Petro va otra vez para Nueva York a dar su discurso ante la ONU; dicen que hablará de las ejecutorias que Trump no le reconoce y hasta de equidad de género. Nosotros veremos el espectáculo de sus palabras cada vez más despojadas de sentido.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/catalina-montoya/