El ser mujer sin parir

El ser mujer sin parir

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En febrero, Pew Research Center publicó un estudio que indica que los hombres jóvenes son más propensos que las mujeres a querer tener hijos. Esta no es información nueva, pues sabemos que cada vez hay más mujeres quienes, simplemente, deciden no tener hijos.

Son infinitas las razones que se me ocurren para explicar este fenómeno: presiones económicas, preocupaciones ambientales, miedo a lo que implica un embarazo. También puede ser una mayor independencia de las mujeres, una narrativa social cambiante frente a nuestra libertad de decisión, o inclusive, una priorización a otros aspectos de la vida. De cualquier manera, es una decisión íntima y completamente respetable.

La semana pasada, mi brillante amiga Catalina Franco escribió sobre su propia experiencia al decidir no tener hijos. Y aunque podría ser mi propia cámara de eco, recientemente he visto un discurso peligroso que asocia nuestra capacidad de parir con nuestro valor como ciudadanas.

El candidato republicano a la vicepresidencia de Estados Unidos cree que las personas sin hijos tienen menos derecho a votar y son “más sociópatas.” También el periodista John Mac Ghlionn, quien cree que Taylor Swift no es un buen modelo a seguir porque “teniendo 34 años, Swift no está casada y no tiene hijos.” Según él, es urgente replantear qué tipo de ejemplo le estamos dando a las niñas.

Entonces, teniendo 21 años, me pregunto ¿qué significa ser una mujer sin parir? Y si decido no tener hijos, ¿eso me hace una mala mujer? ¿Una mala ciudadana?

Cuando niña, quería tener seis hijos. Me ponía las pelotas de fútbol debajo de la camiseta, simulando una panza de embarazada, y me encantaba jugar con mis muñecas, cada una con un nombre tan especial como lo era ella para mí.

Luego, decidí que no quería tener ni un solo hijo. Me asustaron las cifras de mortalidad materna y de complicaciones en el parto, y más aún, me estremecía al pensar que tendría que dejar a un lado mi carrera profesional.

Entre todo lo que soy, siempre ha primado lo independiente, y hasta hoy no me puedo imaginar un mundo en el que abandone mis aspiraciones por nada ni nadie. Llámelo egoísmo, megalomanía, falta de equilibrio en la vida, o lo que quiera. Decidí que, en mi vida, estaría yo primero. 

Luego, cambié de opinión. Me enamoré, me desenamoré, me rompieron el corazón, lo rompí yo misma, y decidí que sí quiero tenerlo todo. Entendí que puedo escoger un compañero en el ejercicio de maternar, y que no es una decisión entre parir o ser exitosa porque la vida es todo menos binaria.

He tenido la suerte de crecer en un entorno que me permite cuestionarme; mis padres nunca me dijeron qué carrera debía estudiar, y he podido escoger el camino del periodismo en mi vida profesional sin presiones ni miedos extraordinarios. He sido yo quien ha tomado las decisiones sobre las parejas que tengo, cómo quiero celebrar mis cumpleaños, con quienes me rodeo, y quién quiero ser.

Pensando en que mis bisabuelas tuvieron 12 y 14 hijos, me pregunto, ¿ellas alguna vez tuvieron la oportunidad de cuestionarse, como yo lo hago? Ellas, quienes nacieron apenas tres generaciones antes que yo, ¿pudieron preguntarse si querían ser madres?

Por un lado, es lamentable que esté pensando en esto sin haberme graduado de la universidad, y mientras transito el emocionante inicio de mi vida profesional. El estar pensando en esto es reflejo de que crecí en una sociedad que sí espera que sea madre, y reconozco que a pesar del feminismo, de mi independencia y de mi codicia, en esos primeros años sí aprendí que el ser mujer está atado, inextricablemente, al tener hijos.

Pero, por el otro, es emocionante el saber que puedo decidir. Naturalmente, en un mundo que exige la igualdad cada vez más, normalizando así la participación de las mujeres en el mundo laboral, la de los hombres en el hogar, y el goce de la libertad completa, la maternidad sí es una decisión. Y aunque es posible que vuelva a cambiar de opinión, por lo menos tengo la certeza de que viviré la vida que yo misma escogí.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/salome-beyer/

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