El país de las mujeres borradas

El país de las mujeres borradas

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Lo último que perdieron fue la voz. Pero antes, hace tres años, les habían vuelto a quitar los colegios y las universidades, el trabajo. Les arrebataron también la vista nítida porque les toca mirar a través de la rejilla de una burka. Tienen claro que no pueden llegar lejos solas, pues no hay taxista o chofer que las transporte sin un hombre.

Ese país de montañas y cuevas fue borrando a las mujeres por partes, primero las escondió de la vista, debajo de ropas monocromáticas y gruesas, después mandó pintar ventanas para que nadie las viera desde afuera y ahora son apenas un rastro inaudible. Ese país cree que las mujeres son peligrosas. Y lo son.

En 2021, por esta época, los Talibanes volvieron al poder a Afganistán, tras la salida de las tropas gringas: lo tomaron por la fuerza y a finales de agosto pasado promulgaron la Ley para la propagación de la virtud y la prevención del vicio, conformada por cuatro capítulos y 35 artículos que ahondan las prohibiciones a las mujeres.

Esta facción política interpreta la ley islámica o Sharía de una forma literal y a esa visión incorpora además códigos tribales para producir una versión única, ultraconservadora y no generalizable, del Islam. El resultado, un apartheid contra las mujeres: ellas son, según el régimen, el origen de los pecados de la sociedad. Los árabes solían llamar “la era de la ignorancia” a los tiempos en los que no existía el Islam; los Talibanes llaman “la era de la ignorancia”, a la época en la que ellos no estaban en el poder. De tal modo su misión está servida y es la de salvar la sociedad del pecado, o sea de las mujeres.

Y ahí es donde radica la cuestión: hubo un Afganistán sin Talibanes. Y como eso es así, hay mujeres con memoria. Hay madres y abuelas que les cuentan a las niñas que fueron a la universidad, estudiaron para ser médicas, ingenieras, literatas o cantantes y que tuvieron empresas, trabajaron en oficinas. Las más viejas pueden recordar que sus madres o hermanas mayores votaron alguna vez o ejercieron cargos públicos.

Es más, hasta hace tres años, mantenían algunos derechos que habían recuperado después de la invasión de Estados Unidos en 2001, que tumbó al gobierno Talibán tras los atentados del 11 de septiembre. O sea que hasta las niñas cuentan historias de cuando iban al colegio y de cómo se veía el paisaje sin filtros de tela.

Por eso es que ahora se impone el silencio y las mujeres no pueden hablar ni recitar ni cantar ni leer en público. Y si lo hacen en la casa, no pueden ser oídas desde afuera. Los castigos van desde advertencias y amenazas verbales hasta confiscación de bienes y detención en cárceles públicas. La voz femenina, según ellos, es una parte del cuerpo que incita a la tentación y al pecado y que es necesario ocultarla, como se oculta lo demás.

En respuesta, desde distintas partes del mundo, ellas cantaron por las redes sociales: Nuestra voz no es Aurat (privada) y tentadora / tus ojos fabrican tentaciones (…) Mi rostro no es tentación / tus ojos fabrican tentaciones.

El gobierno Talibán sabe que la palabra es poder. Y le teme. Para sus miembros, el control de las mujeres simboliza su autoridad sobre toda la sociedad. Así que cualquier libertad mínima amenaza su estabilidad.

Ellas son un peligro. Scheherazade salvó a las mujeres de su tiempo con su voz y sus relatos; en el año 42 antes de Cristo, la viuda Hortensia, junto con otras “agitadoras”, según narra Irene Vallejo, logró hablar en la asamblea romana para evitar que les cobraran un impuesto para la guerra “¿Por qué tendrían que pagar impuestos las mujeres si estamos excluidas de las magistraturas, de los cargos públicos, del mando y de la res publica?”.

Luego Aspasia, con sus discursos, estuvo detrás del ascenso de Pericles al poder. Hablando, narrando y estudiando, las mujeres se han abierto su espacio en la historia; mandándolas a callar, los hombres han querido cerrarlo. Mientras haya mujeres habrá palabras y habrá esperanza. En Afganistán, serán dichas con susurros cargados de rabia y añoranza hasta que una rebelión sea factible. Entre tanto, se quedan cortas las que logren describir semejante sufrimiento.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/catalina-montoya/

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