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Desde que Kamala Harris fue derrotada el pasado 5 de noviembre, Joe Biden parece no tener nada que perder. Su partido le dio la espalda, ya perdieron las elecciones y su edad avanzada no le debe hacer pensar mucho en el futuro. Nos encontramos ante el ocaso de un hombre que dedicó más de cincuenta años al servicio público, pero cuyo legado inmediato parece ser el fracaso actual del Partido Demócrata ante el regreso de Trump al poder.
Biden fue senador por 37 años. Presidió el Comité de Relaciones Exteriores, desde donde fue uno de los legisladores más importantes para la formulación e implementación del Plan Colombia. Pero eso es otra historia. También fue vicepresidente de Estados Unidos entre 2009 y 2017, durante la presidencia de Barack Obama.
En ese momento quiso suceder a su compañero, pero el Partido Demócrata le dio la espalda y escogió a Hillary Clinton, que también fue derrotada por Donald Trump. Cuando Biden buscó la nominación de nuevo en 2020, lo respaldaba su experiencia y el hecho de ser una opción moderada y confiable, lo opuesto a Trump. Esa y muchas otras razones lo llevaron a ganar las elecciones, en las que prometió ser un presidente de un solo período. De ahí la importancia de nombrar a una figura fuerte y más joven, como Harris, para que fuera su compañera y sucesora. Pero eso no terminó bien.
Biden buscó reelegirse, lo que aumentó las tensiones ya existentes con Harris y el Partido Demócrata. La edad y la salud -sobre todo mental- del Presidente se convirtieron los mayores argumentos en su contra, y fueron reiterados en mitad de año, cuando Biden tuvo ante Trump la actuación más desastrosa en la historia de los debates presidenciales de Estados Unidos. Las encuestas se fueron aún más para abajo: Biden estaba acabado. No pasó mucho tiempo para que el liderazgo demócrata lo presionara para dejar su candidatura, pero el daño ya estaba hecho.
El ego de Biden no fue la única razón para que Harris perdiera, pero ciertamente fue muy importante. La vicepresidenta tuvo que hacer una campaña exprés, que además de cargar con la ruptura de palabra de Biden, traía consigo los fracasos de la administración. Biden hizo evidente su desprecio a Harris: usó gorras de Trump (según él, a modo de broma) en público, hizo alocuciones mientras Harris hablaba en otros canales y afirmó, días antes de las elecciones, que los votantes de Trump eran “basura”.
Me parece difícil creer que un lobo viejo de la política como Biden dijera eso “por error” a pocos días de las elecciones. No sólo nunca apoyó firmemente la candidatura de su compañera, sino que pareció sabotearla, lo que evidenció la ruptura dentro del gobierno y del Partido Demócrata.
Ahora, sumemos otra ruptura de palabra. En Estados Unidos, el Presidente tiene el poder de indultar crímenes. Hunter Biden, su hijo, se había declarado culpable por delitos fiscales, y había sido condenado por mentir para poseer un arma de fuego mientras era consumidor de drogas. A pesar de que Biden dijo repetidamente que no interferiría con el caso de su hijo, este domingo (1 de diciembre) anunció que lo indultaría incondicionalmente, lo que reitera que el Presidente saliente sabe que ya no tiene nada que perder.
Es una medida paradójica para un servidor público que ha defendido al sistema judicial por sus más de 50 años de carrera. Decir hoy que el sistema estaba siendo usado para perseguir políticamente a su hijo lo deja mal parado a él y a su trabajo.
Su antecesor y sucesor, Donald Trump, se ha encargado de dejar claro que borrará la mayor cantidad de políticas propuestas durante la administración Biden-Harris. En otras palabras, esta sólo será un paréntesis que Trump buscará borrar rápido a través de los plumazos que sentencien sus órdenes ejecutivas.
La de Biden es una historia que nos deja una lección clara: una virtud crucial en un buen líder es saber retirarse a tiempo. De no hacerlo, pone en riesgo todo lo que ha construido a lo largo de su carrera. Evidentemente, él no supo hacerlo y, tras cinco décadas siendo servidor público, saldrá prácticamente humillado, por la puerta de atrás. Su mayor legado en este momento, reitero, es el regreso de Trump al poder. Quién sabe si, en medio de su ego y la poca lucidez que le queda, es consciente siquiera de eso.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-mejia/