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“Gracias, señor imputado”, le dijo la jueza jueza 44 penal de Bogotá, Sandra Heredia, a Álvaro Uribe Vélez luego de que el expresidente terminara su alegato… O su letanía, su plegaria, su lamento de dolor en el alma.
No hay banquillo, o no se vio, por lo menos. Uribe, desde algún rincón de una de sus fincas, se conectó a la audiencia para escuchar que no, que su solicitud de nulidad no tiene sentido y que sí, que seguirá el proceso acusado formalmente por soborno y manipulación de testigos.
Los eventos públicos a los que asistió la semana pasada fueron un baño de popularidad que dejan claro que el expresidente aún arrastra fanáticos deseosos de tomarse una foto a su lado y celebrar lo que sea que diga. Y con el eco de los aplausos recibidos aún en sus oídos, se enfrentó a la segunda sesión de la audiencia y a la conclusión de la jueza.
Ni el diario El Tiempo ni el periódico El Colombiano incluyeron la noticia en sus primeras páginas. Les parecerá de trámite, menos importante que las enseñanzas de José Clopatofsky para usar los cinco sentidos para prever los males del carro, por ejemplo.
La noticia sí la lleva en primera plana El Espectador.
Aun así, el otrora presidente —el único que (en la historia reciente de Colombia), a punta de popularidad y acuerdos políticos sobre y debajo de la mesa, logró hacerse reelegir una vez y estuvo a punto de lograrlo en una segunda ocasión— está hoy en la silla de los acusados.
Consta en El País América que el historiador José Orlando Melo le dijo al periodista Juan Diego Quesada que el gran juicio en contra de Uribe Vélez sería el de los falsos positivos, ese eufemismo terrible que acuñamos aquí para hablar de asesinatos extrajudiciales. Pero no, no es por eso que deberá responder ahora.
Expopular. Expoderoso (o menos poderoso que antes). Todavía hay quienes se resisten a ver el reguero de sangre que acompaña su legado político.
Habrá leguleyadas, claro, porque ya hablan sus abogados de prescripción de los hechos. Vendrán sus defensores, los oíremos de nuevo aquí y allá repitiendo lo que vienen diciendo, sin pruebas ni sustento alguno: persecución política. Vendrán campañas para lavarle la cara una vez más, porque las necesita, porque la justicia no es tan rápida como se quisiera, pero avanza y señala y se aferra allí donde es posible hacerse sentir.
Quizá salga él mismo, de nuevo, a buscar escenarios favorables, a recoger aplausos, a estar donde le dejen decir sin tener que responder, porque el expresidente hace años que no se enfrenta a un entrevistador, ni a un contradictor. Tuiteará, intentará que se hable de otros asuntos, alebrestará los ánimos de los suyos, lo conseguirá.
Pero nada de eso borra la otra realidad que enfrenta: es el primer expresidente de Colombia sub judice. Aunque es cierto, para un personaje como Álvaro Uribe Vélez, con todos los cuestionamientos que lo rodean, con todos los hilos (y líos) judiciales que parecen salir o llegar a él, lo de fraude procesal parece ser el menor de los asuntos.
Nada termina aún, se viene el juicio y habrá que esperar. Por ahora, me acuerdo de Alphonse Gabriel Capone.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/mario-duque/