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Los libros son transformadores sociales. Juan Luis Mejía, exrector de Eafit, ha dicho varias veces que uno de los momentos más importantes de la vida de uno es cuando se hace lector: la noche del asombro, cuando se pasa en vela leyendo un libro. Recuerdo que, en una entrevista que le hice, me dijo que la obra que lo acompañó en aquel momento fue Miguel Strogoff, de Julio Verne. En mi caso, yo no puedo recordar cuál fue mi noche del asombro, pero sí tengo claro cuál fue el lugar en el que me hice lector: Espantapájaros, en Bogotá.

Fue, dicho de manera corta, mi jardín infantil. Pero esa definición se le queda corta: es un lugar donde todos los mundos son posibles gracias a la imaginación. Es un espacio de creación permanente donde empecé mordiendo los libros, sin saber que algún día serían fundamentales para mi vida. En un mundo en el que los padres de familia preguntan si los jardines infantiles tienen cámaras para monitorear permanentemente a sus niños, un lugar donde se deja morder los libros para aprender a relacionarse con la lectura es un espacio de emancipación. Existen pocos lugares como Espantapájaros para aprender a amar los libros.

En palabras de Yolanda Reyes, escritora y educadora, y directora de Espantapájaros, se trata de “un proyecto de formación de lectores desde la primera infancia, con un jardín infantil, una librería especializada en libros para niños y un sistema de talleres para adultos”. Con amor, imaginación y esfuerzo, Yolanda y su equipo le han apostado a promover la lectura y la cultura. De hecho, el proyecto ha contribuido a la formulación de políticas públicas sobre educación inicial y literatura a nivel local, nacional e internacional.

Este fin de semana vi a Yolanda en la Fiesta del Libro y la Cultura. Aunque no nos veamos con frecuencia, cada reencuentro y conversación me llena de alegría y gratitud. Yolanda ama su oficio, que ejerce con la convicción que se necesita en un país tan complejo como Colombia. Dicho esto, se necesitan más hombres y mujeres que quieran trabajar por la promoción de la lectura y la escritura en nuestro país.

Y, aprovechando que estamos en la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín, hasta este domingo 15 de septiembre, quiero recordar lo importante que serían más espacios como Espantapájaros en Medellín y en cualquier lugar. Mucho hemos avanzado en dignificar espacios como la Fiesta, o las ferias del libro de otras ciudades. Incluso, es muy satisfactorio que se les llame así, porque la lectura debe verse como celebración, espacio de gozo, alegría y virtud.

Y la Fiesta no tiene que durar sólo estos diez días, hay más lugares para celebrar las letras. Nuestra ciudad también tiene la Biblioteca Pública Piloto (“La Piloto”), fundada por la UNESCO en 1952, que hasta los años ochenta fue la única en Medellín. Gracias a ella se desarrolló el Sistema de Bibliotecas Públicas, para llevar estos espacios a los diferentes rincones de Medellín, incluyendo a los más remotos, al punto de que en cada Comuna hay al menos una biblioteca. Que la Fiesta sea un motivo para apropiarnos más de estos espacios como ciudadanos; conozcamos mejor su historia y alcance, participemos en las dinámicas que promueven la lectura y aprovechemos las oportunidades de aprendizaje que se nos ofrecen: reitero que todo esto lo podemos extrapolar del tiempo que dura la Fiesta en el Jardín Botánico y sus alrededores.

Nos hace falta en materia de disposición y compromiso social, económico y político para algunos instrumentos de intervención públicos, pero no se puede negar que se ha avanzado mucho. Cada vez la tenemos más difícil en tiempos donde estamos “leyendo” copys de nuestras redes sociales permanentemente, pero no tenemos tiempo para los libros. El trabajo por hacer es arduo, pero ver que espacios como Espantapájaros salen adelante y que otros como la Fiesta y la Piloto se llenan de gente es motivación para seguir trabajando por la transformación social a través de los libros. Y empezar por morderlos es un hermoso inicio.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-mejia/

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