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Mateo Grisales

El fracaso de la guerra contra las drogas

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En la cúspide del liderazgo mundial estadounidense, Richard Nixon vendió la idea de que la guerra contra las drogas era el siguiente camino moral que la humanidad debía seguir. Con la frase “Las drogas son el enemigo público número uno de los Estados Unidos” inició, hace 50 años, una guerra que sólo dejó muertos, destrucción, estigmatización y la imposibilidad de ver en las drogas, una oportunidad para expandir los límites que tienen hoy las ciencias psicológicas. Hoy, su homólogo Joe Biden, contradice esta política concediendo un indulto a quienes hayan sido condenados por delitos relacionados a la marihuana y pidiéndole a sus autoridades que se reevalúe la clasificación que tiene el cannabis en la lista de sustancias controladas.

La guerra contra las drogas se propuso dar fin al tráfico y comercio ilegal de ciertas sustancias consideradas peligrosas para “la moralidad de la sociedad”, acabar con el consumo de estas drogas y restringir la posibilidad de que “este problema” vuelva a atormentar al mundo en el futuro. Un mundo libre de drogas fue la consigna de muchos gobiernos en el mundo liderados por la política estadounidense. A la fecha, ninguno de estos objetivos fueron cumplidos. Ni siquiera están cerca de ser cumplidos. Algunos datos que comprueba esto.

Cada vez hay más consumidores de drogas ilegales que en el pasado. El Informe Mundial de Drogas de la Oficina contra las Drogas y el Delito de las Naciones Unidas indicó que, en la última década, ha habido un aumento del 26% de consumidores de sustancias ilegales en el mundo. En la actualidad hay más de 284 millones de personas que consumen alguna sustancia ilegal.

La producción y tráfico de drogas no cesan en contravía de la inversión en la lucha frontal contra el narcotráfico. Aunque las incautaciones de cocaína se han incrementado, la producción de cocaína también ha presentado un aumento sostenido. En 2020, en medio de la pandemia y las restricciones de movilidad, la UNODC estimó que se produjeron más de 1.010 toneladas de cocaína pura en el mundo, comparada con las 936 toneladas producidas en el 2019. En Colombia, por ejemplo, el gobierno Duque sacó pecho por “las reducciones más altas de cultivos de coca en los últimos años” sin embargo, la producción de cocaína aumentó en un 8%. En el 2016 por cada tonelada de hoja de coca se extraían 1.87 kilos de cocaína, hoy, por cada tonelada de hoja de coca se extraen más de 2.14 kilos de cocaína.

Los narcos han ganado esta guerra tecnificado sus cadenas de producción y sofisticando las redes de distribución más rápido que los Gobiernos en su intento de controlar el tráfico de estas sustancias.

Es una guerra costosa en términos económicos e institucionales. Para el año 2012 la utopía del “mundo libre de drogas” tuvo un costo de al menos 100.000 millones de dólares globalmente, mientras que el mercado internacional de drogas ilícitas alcanzó un tamaño de 330.000 millones dólares. Se calcula que, entre los años 2000 al 2014, Colombia gastó más de 2.37 billones de pesos en mantener en prisión a la población recluida por delitos de drogas.

El objetivo moral de cuidar la salud y la vida de las personas es una descarada mentira. En Colombia hay más de 800.000 personas que consumen sustancias psicoactivas. De estas, 350.000 presentan criterios de abuso y mucho menos de esta cantidad presentan criterios de dependencia. En el 2019, el DANE reportó 222 muertes por sobredosis y 126 por trastornos mentales asociados a la dependencia del consumo de drogas.  ¿Cuántas muertes podemos contar a costa de la Guerra contra las Drogas? Es difícil estimar las muertes atribuidas a la Guerra contra las Drogas en Colombia; pero para dar un dato: en el 2019, sólo en Medellín hubo 315 muertes por grupos delincuenciales asociados al narco y al microtráfico. En Cali, ese mismo año, 784 homicidios fueron por esta misma causa. ¿Cuántos muertos podemos contar en regiones donde se disputa por las rutas del narcotráfico, el control territorial en las ciudades por los expendios de droga y las violencias asociadas a los grupos organizados que controlan un negocio ilegal?

Con el anuncio de Biden y la bandada de jefes de Estado y organizaciones de la sociedad civil que están haciendo un llamado a revaluar la política de drogas, comienza un histórico paso para que el mundo cambie el rumbo trazado hace 50 años por un país indolente. La regulación es el nuevo camino y Colombia, como uno de los países que más ha sufrido esta guerra, tendrá que ser protagonista de esta conversación.

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