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Esteban Jaramillo

El enigmático inquilino

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A quienes amablemente me leen les planteo la siguiente pregunta: Pasado el furor de las elecciones y empezando un nuevo gobierno, ¿Qué versión de Petro creen que veremos en la Presidencia de la República? ¿Será la del alcalde populista, autoritario, disociador y con alianzas tenebrosas que sacó su cara más oscura durante la campaña, o la del líder conciliador y con tono de estadista que ha salido a los medios durante los últimos días?

Yo quisiera creer que veremos la segunda. Es esperanzador pensar que poblaciones históricamente olvidadas por el país, hoy pueden soñar con un presidente que les escuche y resuelva los problemas que han sido ignorados durante decenios por gobiernos indolentes. Petro tiene una oportunidad histórica: hacer un gobierno alternativo, reconciliar al país, desterrar a los corruptos e implementar reformas que reduzcan las dolorosas desigualdades que aquejan a Colombia. 

Sin embargo, la experiencia dice que la versión de Petro que veremos será la primera. El presidente electo llega a la Casa de Nariño muy mal rodeado y con promesas imposibles de cumplir. Como se hace campaña se gobierna, y sus alianzas –que ya empezaron a pasarle cuenta de cobro por los votos– dan lugar a dudas y sombras que no generan mucha confianza.

Uno esperaría que lo que hicieron en campaña no lo hagan gobernando (como “cruzar la línea ética” para destruir opositores), no obstante, son desalentadores algunos nombramientos en el comité de empalme de personajes siniestros como Sebastián Guanumen en TIC (ideólogo de la persecución contra Fajardo y otros contendores), o Guillermo Reyes en Justicia, quien ha sido denunciado por Rodrigo Uprimny (un jurista respetable que públicamente apoyó a Petro) por plagiar dos veces los trabajos del abogado Juan Jaramillo. Ojalá su presidencia no sea como su alcaldía y la de Daniel Quintero: enfrentado con la prensa, la oposición, los jueces, las empresas y la ciudadanía, mientras y el país va para abajo (como va hoy para abajo Medellín y como fue Bogotá durante su mandato). 

Por otra parte, Petro ya pactó con los políticos tradicionales que otrora criticaba en el Congreso (los liberales, la U y los conservadores con seguridad terminarán en su coalición de gobierno), lo que anticipa que su modelo de gobernabilidad será como el de Quintero en Medellín: entregando puestos y contratos a cambio de votos y aprobaciones. ¿Cómo lograr un cambio si se llega al poder con los mismos que se han robado la plata y las oportunidades en las regiones olvidadas? 

La euforia del triunfo no durará para siempre, y llegará el momento en el que tendrán que gobernar y cumplir por lo menos una parte de sus promesas, sin embargo, el riesgo de llegar al poder junto a los peores es que los protagonistas de su presidencia sean los gamonales y no las regiones que le confiaron su voto, al igual que la alcaldía de Daniel Quintero, en la que los protagonistas fueron los politiqueros y corruptos y no “la Medellín del norte” –que cada vez queda más olvidada–. La reconciliación y unión del país no puede pasar por acuerdos burocráticos y clientelistas, lo que en gobiernos anteriores era “mermelada” no cambia de la noche a la mañana para ser un “gran acuerdo nacional”.

El caso de Antioquia es un buen ejemplo: La Silla Vacía reveló que el ex alcalde conservador de Itagüí Carlos Andrés Trujillo y el ex congresista investigado Julián Bedoya son los grandes aliados de Petro, y se suman a Daniel Quintero como voceros políticos del presidente electo en nuestro departamento. Así pues, Petro escogió a lo peor de la politiquería Antioqueña. Una elección en la que ganan personajes como Julián Bedoya es una elección en la que pierde el país. 

Aun cuando es riesgoso un gobierno corrupto y que no cumpla sus promesas, el mayor peligro es que Petro trate de modificar la Constitución, las reglas de juego democráticas, los períodos presidenciales, o las Cortes y otras instituciones del sistema de pesos y contrapesos. El día que lo proponga, saldremos a las calles. Ante un gobierno que tendrá escasa oposición en el Congreso, y la chequera del Estado para aplastar voces críticas en medios y redes, el periodismo riguroso, las Cortes y la sociedad civil, serán fundamentales como contrapeso ante el abuso del poder.  Luego debemos ser una ciudadanía activa, crítica y con valor civil para hacer una veeduría rigurosa y enfrentar y denunciar con argumentos la corrupción y el autoritarismo.

Cierro felicitando a quienes apoyaron a Francia y Petro, por el bien de Colombia, ojalá les vaya bien y cuiden las instituciones y la democracia que negaron durante la campaña. 

Ojalá el presidente electo sea un inquilino por 4 años en la Casa de Nariño, y no se crea propietario como sus homólogos de países vecinos.Epílogo: Esta semana Petro se reunió con Uribe, ojalá sea para bien del país. Escribí esto antes de la segunda vuelta: “Uribismo y Petrismo fueron dos ejércitos que se destruyeron mutuamente, y que de paso destruyeron al país. Ojalá esta elección sea el fin de ambos (Uribe salió derrotado en primera, y Petro saldrá derrotado en segunda), y el principio de nuevas fuerzas políticas que se dediquen a tejer y a reconstruir lo que estos destruyeron con sus balas, sus contralores y sus bodegas”. No acerté en el resultado, pero espero haber acertado en vaticinar el principio del fin del Petrismo y el Uribismo. La política nacional tiene que trascender a estos dos personajes que exacerbaron el fanatismo y convirtieron el debate público en un campo de batalla.

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