El engaño de Luis Ernesto

El engaño de Luis Ernesto

Hace unos días, en una columna para este mismo medio, me referí a la manera en la que Claudia López y algunos de sus allegados mintieron en campaña para ganar. Esta columna puede ser la segunda parte. Los vi mentir en campaña y los he visto tratar de engañar a la ciudadanía durante el gobierno.

Hay muchos ejemplos de ello, pero me quiero concentrar en el que para mí es el más grave: la manera en la que comunican los resultados en materia de seguridad, y en específico, en lo relacionado con homicidios que, sin lugar a dudas, debe ser el indicador más importante para un gobernante, incluso más que el de hurto.

En 1993, Bogotá registró una tasa de 85 homicidios por cada cien mil habitantes. La más alta de las últimas décadas. Desde entonces, la tasa comenzó a bajar anualmente, salvo algunas pocas excepciones, hasta llegar a una tasa de 13,3 en 2021. Una transformación sorprendente en relativamente poco tiempo. A pesar del ruido, Bogotá es tal vez la ciudad con mejores resultados en materia de homicidios en el país. 

Valdría la pena recordarles a los uribistas que Bogotá ya venía reduciendo su número de homicidios, incluso unos ocho años antes de la llegada de la política de seguridad democrática que, dicho sea de paso, no contempló seriamente el problema de la seguridad urbana. 

Aunque este fenómeno, el de la reducción de homicidios, ha sido abordado por distintos analistas y desde distintas disciplinas, no parece haber un consenso suficientemente sólido alrededor de sus causas. Algunos centran su atención en el papel de los alcaldes y ellos mismos (los alcaldes), sin excepción, en su momento, han sacado pecho con la reducción de homicidios. Claro, cuando las cosas salen mal, ha sido culpa de la policía, de los jueces, del gobierno nacional y hasta de los migrantes. 

Siempre me ha parecido que este tipo de explicaciones, infladas por los mismos alcaldes, sobrevaloran la capacidad que tienen los mandatarios locales para incidir en la tasa de homicidios. Comparado con la complejidad del problema, los alcaldes tienen pocas capacidades. Aun así, caen en la tentación de atribuirse a sí mismos y a sus políticas los éxitos. Repito, solo los éxitos.

En agosto del año pasado, fiel a la tradición, la Alcaldía de Bogotá sacó pecho con la reducción de homicidios: “Con nuevo modelo mejora notablemente la seguridad en Bogotá: en julio, homicidios se redujeron en un 20 % y hurto a personas 35 % en 2020”. Una afirmación que habría pasado inadvertida si no fuera porque en julio del año pasado la mayoría de las personas seguían guardadas en sus casas debido a los confinamientos obligatorios de la pandemia. Un engaño. 

Sí, hubo reducción ¿pero debido al “nuevo modelo”? Durante la primera semana de marzo de ese año, cuando Claudia López llevaba apenas dos meses en el cargo, le habíamos advertido a la administración distrital que la tasa de homicidios estaba aumentando. Incluso dijimos que venía creciendo durante el último trimestre del gobierno Peñalosa. Un par de semanas después llegó la pandemia y el tema pasó a un segundo plano. 

Durante la pandemia, debido a las restricciones y a las medidas de confinamiento, la ciudad funcionó a media marcha, incluyendo el delito. El hurto y los homicidios disminuyeron, pero también disminuyó la cantidad de personas en las calles. Aun así, a finales del año pasado y como balance del año, la Alcaldía tuvo una osadía aún mayor: “Histórica reducción en la tasa de homicidios en los últimos 59 años en Bogotá” tituló en su página oficial el 9 de enero.

Hace unos días, Luis Ernesto Gómez, en su calidad de alcalde encargado, cruzó una línea. En rueda de prensa el 4 de noviembre dijo: “Yo quiero resaltar la reducción del homicidio en un 14 %”. La verdad es que acomodó las cifras, específicamente el periodo de medición. Otro engaño. Cualquiera que haya trabajado en temas de seguridad sabe que la medición se hace mensual. A menos que se quiera engañar a la opinión para ocultar la gravedad de un problema.

Según la información de la Secretaría de Seguridad en octubre de este año se registró un aumento del 17% en los homicidios frente al mismo mes del año pasado, y del 22% frente a octubre de 2019. De hecho, no solo no se redujeron los homicidios como señaló el alcalde encargado, sino que el octubre de este año fue el más violento de los últimos cinco años.

A lo anterior hay que agregar que Gómez atribuyó la supuesta mejoría al llamado “Plan de Intervención Especial” que, según habían dicho, culminará en diciembre de este año. Pues bien, el plan no parece estar funcionando y eso es lo que Luis Ernesto Gómez no quiere que sepamos. Tampoco quiere que sepamos que, en octubre, en Ciudad Bolívar, los homicidios aumentaron un 130% frente al mismo mes del año pasado y de 2019. 

Son los más pobres, además jóvenes, los que están cayendo víctimas de la violencia urbana y con esa estrategia de engaño, lo único que logran es invisibilizar una tragedia. Toda la ciudad debería preguntarse qué está pasando en Ciudad Bolívar, Bosa y Kennedy, las localidades del suroccidente en las que el aumento de homicidios es mucho más grande y en las que se concentra la tercera parte del total de los homicidios de la ciudad.

No creo que el aumento de los homicidios sea responsabilidad exclusiva de la Alcaldía. Lo que me preocupa es que se están creyendo los engaños que nos quieren hacer creer a nosotros. No es con mentiras o manipulando las cifras como se debe gestionar la seguridad en Bogotá. Ojalá se pudieran salvar vidas con ruedas de prensa engañosas. Pero no. 

Me pregunto ¿están preparadas las autoridades para lo que se viene en diciembre?

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