El enemigo mortal del siglo XXI

El enemigo mortal del siglo XXI

Vivimos en un mundo seguro y muy cómodo. Tenemos más comodidades que cualquier otra generación en la historia de la humanidad. Para todo hay normativas de seguridad y sanidad. Los alimentos tienen un montón de normas y sellos. Los aparatos tienen restricciones. Hay legislación para el manejo de la información. Los carros son cada vez más seguros. Los ambientes para los bebés y niños son a prueba de cualquier tipo de accidente.

Todo eso está bien. No debe ser divertido enfermarse, lastimarse o morir por algo que es perfectamente evitable. De hecho, hacen parte de las razones por las que la esperanza de vida es más alta para casi todos.

El problema es el tipo de peligros más silenciosos e imperceptibles que vienen detrás de esa comodidad y seguridad. Y no, no se trata del COVID o de algún virus. Me refiero a uno mucho más sutil y que parece casi inofensivo: quedarse quietos. El sedentarismo nos está matando, literalmente.

Nuestro cuerpo evolucionó con y para el movimiento. No es opcional y no es algo que podamos suprimir a nuestro antojo. Lo que pasa es que ahora no tenemos muchas razones para movernos. Todo está a la mano. Todo es cómodo y hace que moverse sea visto como un desgaste innecesario. Pasamos de una cama, a un carro, a una silla de oficina, a un sofá, a una máquina en el gimnasio, para volver a la cama. Siempre sentados o acostados.

El problema es que nuestro cuerpo no está preparado para eso. No sabe cómo funcionar bien bajo esas condiciones. Poco a poco comienza a fallar. De ahí nacen o se empeoran la mayoría de las enfermedades y problemas de salud no contagiosos que tenemos ahora: obesidad, diabetes, neurodegenerativas, trastornos mentales y emocionales, cardiovasculares y hasta cáncer. Todas asociadas a una vida sedentaria, por el impacto que tiene en nuestro sistema inmune, en el aumento del estrés y la inflamación crónica. La mayor cantidad de personas en el mundo muere por alguna de estas causas, pero no suelen salir en las noticias ni son estadísticas que importen mucho, así sus números sean mayores a los que mató el coronavirus en su momento (que la mayoría de ellos tenían también estos problemas desde antes) o los que mata la violencia.

Hay una frase de Sócrates que me gusta mucho:

Nadie debe ser un principiante en materia de entrenamiento físico. Es una vergüenza para un hombre envejecer sin ver la belleza y fuerza de la que es capaz su cuerpo.

Al dejarnos ganar del placer y la pereza, estamos renunciando al regalo más grande que nos dio la naturaleza. Nos estamos perdiendo la posibilidad de una vida más plena y de conectarnos con lo que nuestro cuerpo es capaz de hacer y sentir. Nos acostumbramos a vivir cansados, con dolor y fallas. Normalizamos que se nos hinche el estómago cada vez que comemos o que nos duelan las articulaciones desde los 25 años.

Es nuestro estilo de vida y los hábitos que tenemos los principales responsables. Por eso es que cuesta tanto hacerse cargo. Esperamos que las empresas y los gobiernos nos cuiden y confiamos plenamente en lo que nos proporcionan en la comida de supermercado y las pastillitas que dicen solucionar todo, pero ¿a costa de qué?

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-perez/

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