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Si no tienes cuidado, los periódicos te harán odiar a los que están siendo oprimidos y amar a los que oprimen.
Malcolm X
Los hechos desatados por este nuevo y doloroso capítulo del conflicto palestino-israelí no pueden ser ignorados. Se pierden vidas inocentes por el fracaso, el egoismo y la falta de humanidad de los gobernantes, y no puedo sino sentir dolor por ambas naciones. En esta columna pretendo dar un poco de contexto histórico y político, al tiempo en que expreso mi opinión sobre lo que ocurre. Advierto que quizá mis palabras no sean populares, pero esto no se trata de mí sino de quienes han sufrido estos horrores por décadas.
Terror de madrugada
El 7 de octubre de 2023, el grupo armado Hamás lanzó la operación Al-Aqsa contra el Estado de Israel. Atacó por tierra, mar y aire: lanzó unos 3.000 cohetes desde Gaza, ingresó a un festival de música masacrando y secuestrando a decenas, incluyendo a dos colombianos. El ataque de Hamás es el más brutal en la historia reciente del largo conflicto palestino-israelí, y supone un fracaso para la inteligencia militar de Israel. Por su magnitud, varios analistas lo han considerado como el Septiembre 11 de ese país.
“Luchamos contra humanos animales y actuaremos en consecuencia”, advirtió Yoav Gallant, el ministro de Defensa de Israel. La respuesta fue igualmente brutal: el ejército bombardeó la Franja de Gaza. Poco antes, el primer ministro Benjamin Netanyahu sugirió a los gazatíes que abandonaran la zona, pues planeaba convertirla en escombros; sus palabras podrían parecer generosas de no ser porque Israel controla desde hace años cinco de los seis puntos de acceso, y el único administrado por Hamás, el de Rafah, fue bombardeado previamente. No ha habido escapatoria para más de dos millones de gazatíes que nada tienen que ver con Hamás.
Después del bombardeo, el ejército israelí cortó el suministro de agua, electricidad, combustible y alimentos a la región; sin estos recursos Israel bloquea también la información de la guerra, pues no hay capacidad para la permanencia en la zona de los medios de comunicación. Con todo y la dificultad para saber qué ocurre, se estima que los muertos en Gaza llegan a 2,215 (incluyendo 724 niños), los heridos a 8,714 y los desplazados a 600 mil. Israel, por su parte, reportó 1.200 muertos, más de 3.500 heridos y cientos de secuestrados, entre los que se encuentran mujeres y niños.
Hamás justificó el ataque como una respuesta al bloqueo de Israel a Gaza durante más de quince años, el aumento de los asentamientos en Cisjordania y las condiciones de los prisioneros políticos palestinos en las cárceles israelíes. Ismail Haniya, líder de Hamás y jefe de gobierno en la Franja de Gaza, habló de la operación como el “(…) inicio de la liberación de Jerusalén, nuestra tierra, nuestra gente y nuestros prisioneros en las cárceles de la ocupación sionista”. Insistió en que el ataque se debía a la:
“(…) ignorancia e insolencia [de Israel] y a la invasión de la Mezquita de Al-Aqsa (…) han prohibido el movimiento dentro de la Ciudad Santa y prohibido el rezo en la Mezquita Ibrahim, en Hebrón (…) ¿Cuántas veces no han atacado Jenin, Nablus, Belén y otras ciudades? ¿Cuántas veces han matado jóvenes, mujeres y niños? ¿Cuántas veces hemos advertido al mundo que hay más de 6.000 prisioneros, nuestros héroes, que han pasado entre 30 y hasta 43 años privados de la libertad? (…) Creyeron que Gaza, sus habitantes y nuestro pueblo se tragarían estas flagrantes injusticias y guardarían silencio ante esta crisis humanitaria (…) Solo tenemos una cosa que decir: Salgan de nuestra tierra. Salgan de nuestra vista. Salgan de nuestra ciudad Al-Quds[1] y de nuestra Mezquita Al-Aqsa. Ya no queremos verlos en nuestra tierra. No hay lugar seguro para ustedes”.
Escuchar a Haniya es delirante: cree que algún día despertará y descubrirá que el otro ha desaparecido milagrosamente; de esta construcción ideológica nace la incapacidad para empatizar con la contraparte y utilizar la violencia como medio para alcanzar aspiraciones nacionales. Este delirio también habita en el gobierno de Israel: durante décadas ha despojado a los palestinos de sus hogares en Jerusalén y en Cisjordania y ha construido asentamientos en sus tierras. Pero, ¿a dónde creen que irán los palestinos que llevan centenares de generaciones viviendo ahí?
Hamás
Hamás es un acrónimo árabe para el Movimiento Islámico de Resistencia. Su carta fundacional, publicada en 1988, incluía la creación de un Estado islámico, la destrucción de Israel mediante el islam a través de la Guerra Santa, la indivisibilidad de Palestina y la aceptación del nacionalismo religioso para transformar a la sociedad. En 2017 cambiaron la carta y aceptaron el establecimiento de Palestina dentro de las fronteras de la partición de 1948. También distinguieron que su lucha es contra Israel y su proyecto “racista, colonial y expansionista” sionista, y no contra el judaísmo o los judíos. Su popularidad aumentó debido su papel durante la Segunda Intifada (2000-2005), en la que sus miembros tuvieron un rol más resistente y violento contra la ocupación israelí, incluso hasta convertirse en bombas suicidas. Si bien es una organización terrorista, las opiniones sobre el estatus de Hamás están divididas: algunos académicos occidentales e incluso ciudadanos israelíes lo consideran un movimiento de resistencia y liberación nacional, es decir, una organización legítima; para países como Canadá, Estados Unidos, Japón y por supuesto Israel, son terroristas.
Hamás gobierna la Franja de Gaza desde 2006, tras ganar las elecciones. Aunque fueron elegidos por voto popular, hoy llevan a cabo un régimen opresivo con enfoque islamista sobre los palestinos. La organización ha utilizado escudos humanos desde 2007 con el objetivo de limitar el alcance militar de Israel en Gaza. La estrategia de Hamás se centra en tres aspectos: la diplomática, donde a través del uso de civiles como escudos y mártires controlan la narrativa para desacreditar a Israel; la militar, lanzando ataques indiscriminados a zonas altamente pobladas en Israel, y la económica, al cavar túneles que conectan a Gaza con Egipto para transportar bienes de contrabando, incluyendo armas. El arsenal de Hamás incluye cohetes Qassam producidos domésticamente, con un alcance desde 12 km hasta 160 km, y cohetes adquiridos en el exterior, principalmente de Irán y Siria, de entre 40 km y 180 km. Para hacernos una idea del poder de este armamento, hay que resaltar que Tel Aviv está a aproximadamente 70 km de Gaza.
¿Por qué ahora?
Durante los últimos quince años, Israel ha cometido constantemente crímenes y castigos colectivos a los palestinos en Gaza, Cisjordania e Israel. Si bien el ejército de Israel se llama Fuerzas de Defensa Israelíes y lleva a cabo ataques solo cuando son atacados, este mismo ejército ocupa Palestina desde 1967. Controla el movimiento de las personas, la entrada de bienes y realizan requisas. El Derecho Internacional indica que la potencia ocupante debe velar por la protección de la población ocupada, pero este no es el caso. En 2022 y lo que va del 2023, la violencia por parte de los colonos de los asentamientos hacia los palestinos en Cisjordania ha incrementado significativamente. Mientras que en 2017 se llevaron a cabo aproximadamente 10 ataques por semana, en 2022 el promedio es de 30 ataques[2]. Un análisis de lo que está sucediendo estaría incompleto sin tener en cuenta estos hechos.
En los últimos años, Israel ha querido normalizar relaciones diplomáticas con Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y finalmente Arabia Saudita, lo que significó una disminución de la importancia de la cuestión palestina para los líderes árabes. Este panorama fue interpretado por Hamás como una presión más al conflicto.
Todas las vidas valen lo mismo
El primer video que vi de la guerra fue el de los soldados israelíes secuestrados siendo sacados de un tanque de guerra por miembros de Hamás. Las caras de terror me afectaron y mi instinto natural fue rechazar estos actos de violencia. El video de los asistentes al festival de música corriendo por sus vidas para escapar del tiroteo me generó una angustia profunda. La operación Al-Aqsa me dio indignación y dolor.
Sin embargo, me molesta el dolor selectivo: a los que veo hoy condenando la violencia contra israelíes, no los he visto nunca condenar la violencia contra palestinos. Así como rechazo constantemente la ocupación israelí en Palestina y exijo justicia y libertad para este pueblo, rechazo los ataques terroristas de Hamás contra civiles inocentes. Y también rechazo profundamente el bloqueo y bombardeo en Gaza; los civiles no tienen por qué pagar el precio de lo que hace Hamás. Que Israel lleve a cabo un bombardeo de semejante magnitud contra dos millones de personas en Gaza es inhumano y un crímen de guerra.
No se le puede exigir lo mismo a un grupo terrorista que a un país que se considera a sí mismo como la única democracia en Medio Oriente. Sé que esto puede parecer polémico, pero mientras Israel es un Estado-nación que hace parte de las Naciones Unidas, Hamás es un grupo terrorista que lanza cohetes indiscriminadamente contra Israel. El problema aquí es que Israel ha hecho esto mismo en Gaza desde 2007.
Un ejército debería estar a la altura del Derecho Internacional Humanitario y del lado correcto de la historia. Lo que ha hecho Israel en Palestina es horrible y no tiene justificación. Que el primer ministro de esta democracia suba un video en Twitter de un bombardeo a una zona residencial, donde está literalmente cometiendo crímenes de guerra, es tan espantoso como las imágenes del tiroteo durante el festival de música. Debería ser igual de indignante y rechazado con igual vehemencia.
A la larga, el problema es que matar civiles que no son parte de Hamás no va a debilitarlos, sino al contrario: traerá más simpatía por el grupo. Y en caso de que logren acabar con Hamás, otro grupo surgirá, porque las bases que componen ese movimiento son la oposición al Estado de Israel, a la ocupación militar, a la opresión de los palestinos, y al proyecto de settler colonialism.
En Instagram vi una publicación que decía: “Imagínate si fuera tu hogar, tu barrio, tu familia, tu país bajo ataque. Esta es la realidad de Israel en este momento”. Fácilmente puedes reemplazar Israel por Palestina y “en este momento” por “todos los años”. No hay que imaginarlo: es la realidad de ambas naciones durante estos días. Todas las vidas son igual de importantes, sin interesar su nacionalidad.
Se puede apoyar a los palestinos y su derecho a vivir libres sin que eso signifique apoyar a Hamás. Se puede rechazar y condenar el terrorismo y la masacre de civiles inocentes israelíes y también las violaciones de derechos humanos por parte de Israel. Se puede ser activista por los derechos de los palestinos y rechazar el antisemitismo. Esas posturas no son mutuamente excluyentes.
[1] Este es el nombre que suelen usar para referirse a Jerusalén.
[2] Premiere Urgence Internationale. www.visualizingpalestine.org
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/ana-paulina-maestre/