En cuanto a opiniones se refiere, la comida no pasa por su mejor momento. Lejos de ser solo alimento, se ha vuelto campo de batalla de narrativas, modas y miedos. Veamos un ejemplo: el trigo, el cereal que durante milenios ha sido la columna vertebral de civilizaciones enteras, se enfrenta a un juicio desproporcionado en las redes sociales y en los foros de bienestar. Todos los días aparece alguien nuevo a decir que “es dañino”, que “el gluten es un veneno”, que “ahora todo el mundo es intolerante”. ¿Qué tan cierto es todo esto? ¿y qué perdemos cuando renunciamos a la perspectiva histórica?
Vaclav Smil, un escéptico de los relatos fáciles responde a estas preguntas en su más reciente libro How to Feed the World. Lo hace como más le gusta: con una mezcla de datos, ironía y una claridad poco habitual en el debate alimentario. Vaclav nos recuerda que más de la mitad de las calorías que consume la humanidad provienen de solo tres cereales: trigo, arroz y maíz. Sin ellos, literalmente, la humanidad no hubiera desarrollado las habilidades que nos permiten construir los computadores y teléfonos inteligentes desde los que usted está leyendo esta columna.
A ver, pensemos por un momento: la domesticación del trigo, hace más de 10.000 años, posibilitó que las personas dejaran de gastar la mayor parte de su día vagando detrás de la comida y empezaran a construir aldeas, ciudades y, con el tiempo, las primeras civilizaciones. Sin trigo no hay pirámides, ni escritura, ni Grecia ni Roma, ni aviones ni ChatGPT. Tampoco habría grandes migraciones ni el surgimiento de la ciencia. La seguridad que ofrecía una cosecha bien planeada fue la base de todo el progreso humano.
A pesar de todos esos beneficios, hoy abundan los discursos que satanizan al trigo, olvidando que la ciencia (la de verdad, no la de titulares virales) demuestra todo lo contrario: el trigo sigue aportando cerca del 20% de las calorías de la dieta global, según datos de la FAO que cita Vaclav. Y no solo eso: en regiones donde el consumo de cereales integrales es alto, la expectativa de vida es mayor y la incidencia de enfermedades crónicas, menor. El problema no es el trigo, sino el exceso.
Quien se anime a leer el libro advertirá sobre el peligro de los relatos simples. Se dará cuenta de que reducir el trigo a la condición de ‘villano’ es tan absurdo como culpar a las llantas por los accidentes de tránsito. La historia de la humanidad está hecha de domesticaciones: del trigo, del maíz, del arroz, de la papa. Sin ellas, probablemente andaríamos en taparrabos y con hambre. Nos guste o no, nuestra civilización descansa sobre granos milenarios.
Así que, antes de dejarse arrastrar ante la última moda en las redes sociales que busca proscribir lo que nos trajo hasta aquí, vale la pena detenerse a pensar. Las sociedades, recuerda Vaclav, no se construyen sobre mitos de Instagram, sino sobre ciencia, memoria y el humilde trabajo de la tierra.
Las opiniones sobre la comida hoy parecen tener más de cuento que de realidad. Y el mundo no se alimenta con fábulas.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/andres-jimenez/