El continente museo

Europa fue alguna vez la brújula del mundo. En ese espacio del planeta se inventaron imperios, revoluciones, avances científicos y las bases de lo que hoy entendemos como la economía moderna. Sin embargo, en la actualidad esa Europa luce como un gigante atrapado en la nostalgia de lo que algún día fue, más pendiente por regular los avances de los demás que por innovar. Y es que solo basta ver que, mientras Estados Unidos y China compiten por el futuro, Europa parece obsesionado con administrar el pasado.

Y sí, Europa cuenta con investigación científica, universidades prestigiosas y abundante talento académico. Pero recientemente pareciera que ninguna de esas virtudes se traduce en gigantes globales que transforman el mundo y la forma como lo entendemos. La paradoja europea es conocida: produce papers, pero no Silicon Valleys. Mientras tanto, las startups que logran levantar vuelo prefieren emigrar a California o Shenzhen antes que asfixiarse en un edificio de normativas, mercados fragmentados y capital escaso que circula por el continente.

Basta con hacer el siguiente ejercicio para comprobarlo: ¿qué nombres le vienen a la mente, querido lector o lectora, cuando hablamos de las compañías que definen nuestro presente y, sobre todo, nuestro futuro? Apple, Google, Samsung, Microsoft, Nvidia, Meta, Tesla, Amazon, ByteDance, Tencent, BYD, Temu… ninguna con casa matriz europea. Si no me equivoco, dentro de las 50 mayores tecnológicas del mundo no hay cinco que sean europeas. El viejo continente parece resignado a ser un regulador y espectador, quizá ya no tanto protagonista.

Lejos de ser motor de innovación, Europa se ha convertido en freno. La Unión Europea desde hace años tomó la decisión de buscar talanqueras al progreso. Por eso legisla fuertemente sobre la inteligencia artificial, sin tener a los grandes creadores en sus territorios; discute sobre sostenibilidad mientras pierde competitividad industrial: en 2024, la producción de la eurozona cayó un 2,2%. Alemania, que en algún punto de la historia reciente fue una locomotora de la industria, ya no es capaz de arrastrar al resto; apenas sobrevive. La visión estratégica del continente se transformó en burocracia.

En su momento, el ex primer ministro italiano Mario Draghi lo advirtió: Europa corre el riesgo de una “agonía lenta” si no actúa con decisión. Mientras otros invierten miles de millones en biotecnología, semiconductores o computación cuántica, Europa sigue debatiendo sobre comités, reglamentos y procesos de aprobación. Lo curioso es que en Colombia, muchas veces ponemos los ojos en Europa para ver sus “buenas prácticas”; quizá haya que apuntar la vista hacia otra parte.

Lo que sí es claro es que si Europa quiere seguir siendo relevante, no puede seguir viviendo de su historia, de su arte, de su turismo y de su “soft power”. Si el continente no se sacude y decide competir de verdad, será recordado con la misma nostalgia con la que hablamos del Imperio Romano o de la Belle Époque: grandezas sepultadas en los libros de historia.

Europa se parece cada vez más a un museo. Si sus líderes no deciden sacudirse y comenzar desde ya a cerrar la brecha, ese hermoso continente estará condenado a ser un recuerdo que otros mirarán con nostalgia, diciendo que “todo tiempo pasado fue mejor”.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/andres-jimenez/

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