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En el verano del año 14 D.C. el emperador Cayo Julio César Augusto agonizaba. En su lecho de muerte en la ciudad de Nola, en donde andaba visitando la tumba de su padre, el hombre más poderoso del mundo dijo sus últimas palabras: “La comedia ha terminado ¡Aplaudid!”. Era lo que decían lo actores del teatro cuando concluían una obra, la fórmula que indicaba que la pantomima había acabado y ahora todos los que sobre el escenario seguían un papel podían volver a sus vidas normales y los espectadores, que por algunos minutos habían entregado su confianza a aquellas personas que hacían de dioses y héroes y criaturas fantásticas, recuperaban su razón. El famoso “pacto ficcional” se agotaba.

Buena parte de ocupar un espacio de decisión o representación pública supone entender en buena medida que se cumple un rol, que se sigue un papel. Incluso Augusto, emperador autocrático de los romanos, lo entendía. Ese rol define expectativas colectivas, responsabilidades e incluso, por odiosas que puedan parecer en ocasiones, formas.

Todo se basa, como en el pacto ficcional que hacemos cuando vemos una película o vamos al teatro, en la contraparte. En que los ciudadanos también hacen parte de ese flujo recíproco de expectativas. Y esto no supone solo un asunto superficial o un embeleco de la filosofía y la historia política. En buena medida la legitimidad de una organización pública se alimenta de la simple creencia de que esa organización puede y debe hacer unas cosas; es decir, que todos esperamos que se comporte de cierta manera.

Y sí, hay parte de actuación en esto, pero las actuaciones no tienen porque no ser sinceras: representaciones honestas de las expectativas mutuas de un cargo. El emperador moribundo no estaba confesando en su lecho de muerte un secreto o una actitud cínica, sino una disposición necesaria para cumplir con la enorme responsabilidad que reconocía en el cargo que ocupó. Plutarco, el famoso historiador que viviría casi un siglo después le daría la razón, recomendándole a un amigo que entraba a la política que se “comportara como si todos los ojos estuvieran puestos en él, como si estuviera sobre el escenario”.

Ahí, donde todos los ven.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/santiago-silva/

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