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Las “trad wives” o esposas tradicionales ganan cada día más espacio en las redes sociales. Seguramente, si ustedes son una treintañera soltera con redes sociales las han visto en su feed de Instagram Reels: mujeres jóvenes, usualmente muy bellas, que idealizan el matrimonio y la vida de “amas de casa”. Se graban haciendo pan, conservas, pasta desde cero y mantequilla a la antigua. Muchas de ellas tienen uno o varios niños en edad preescolar que revolotean a su alrededor y usan sus redes sociales para dar tips de crianza y educación. Otras se muestran ordeñando cabras, recogiendo los huevos que ponen las gallinas que viven en los patios traseros de sus homesteads y predicando las bondades de la alimentación orgánica y local. Todas envían el mismo mensaje: la vida de las esposas que se quedan en casa cocinando y cuidando a los niños es maravillosa y deseable.
I’m looking for a guy in finance, trust fund, 6.5, blue eyes, el audio viral que muchas jóvenes repiten mientras “manifiestan” un novio que trabaje en el sector financiero, tenga un buen capital, sea alto y de ojos azules, es la versión urbana de esta tendencia. De ella hacen parte las mujeres que sueñan con dejar sus trabajos agotadores y casarse con un hombre rico para poder ir todas las mañanas a clase de pilates en un Porsche. Luego están los y las “coaches” de relaciones que invitan a sus seguidoras a retornar a su “energía femenina” y a exigir que sus pretendientes paguen la cuenta y las traten como princesas. Dicen que la razón por la cual hay tantas mujeres solteras es porque tienen “energía masculina” que intimida a los hombres y que si no quieren estar solas para siempre deben recordar cuál es su “esencia energética” y de esta manera atraerán a la pareja ideal. La “esencia energética” es, por supuesto, ser sumisas.
La masificación de este tipo de contenido no es inocente. Es la versión pop del movimiento reaccionario que busca el retroceso de los derechos de las mujeres y que, en su forma menos cool, está tras la penalización del aborto, la pretensión de eliminar el divorcio y la liberalización de los vientres de alquiler. Es marketing puro. Identifica el descontento generalizado de las mujeres jóvenes que no queremos vivir para trabajar y soñamos con formas de vida menos aceleradas y nos ofrece una manzana envenenada: ¿no quieres esperar a que sea el fin de semana para disfrutar de tu vida? ¿sueñas con tener mañanas lentas, preparar comida saludable y dedicar tiempo a tu cuidado y al de tu familia? Cásate con un hombre rico y conviértete en una ama de casa tradicional, así podrás cumplir todos tus sueños. Esta tendencia también les habla a los hombres que aún no han entendido cómo vivir en un mundo en donde las mujeres son sus pares, no sus subordinadas. El relato de la feminidad tradicional del que hablo les permite a ellos rechazar la igualdad y erotizar el sometimiento sin asumir reproches.
El feminismo se ha encargado de evidenciar los peligros que se ocultan en las relaciones donde los hombres controlan el dinero y ha promovido la autonomía económica como uno de los fundamentos de la emancipación de las mujeres. Es preocupante ver cómo años de teoría y práctica feminista se ven amenazados por tendencias que normalizan entre las mujeres más jóvenes este tipo de relaciones asimétricas y que se engranan con facilidad en la cultura de las mágicas soluciones individuales y el consumismo desaforado. Señoras solteras heterosexuales trabajadoras que quieren más tiempo libre para vivir mejor: la solución no es un marido rico. Es una sociedad más solidaria en la que las cargas esten mejor repartidas. Esto no es un asunto personal, es político y es de todas.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/valeria-mira/