Los millennials y la generación Z están teniendo una vuelta a la fe. Cada vez es más común ver adultos jóvenes entre los veinte y los treinta años acercándose a la Iglesia católica. No tenemos cifras oficiales más o menos confiables, pero sí algunos indicios de este retorno religioso. En redes sociales vemos personas de estas edades yendo a la iglesia, bautizándose luego de años de una vida agnóstica o leyendo activamente la Biblia. Hay síntomas de una especie de renacimiento de la fe católica.
Este fenómeno es especialmente llamativo porque se da en generaciones con características muy particulares. El nihilismo propio de la juventud parece estar siendo reemplazado por el fervor de las creencias. La sociedad contemporánea, determinada por un profundo individualismo, ha hecho más difíciles los proyectos colectivos y la creación de comunidades. La religión es, fundamentalmente, la pertenencia a una colectividad de sentido. La parroquia es, ante todo, una comunidad.
Las comunidades se han puesto en entredicho en las últimas décadas. En la sociedad contemporánea, marcada por el relato neoliberal extremo, lo único que existe es el individuo. No hay Estado, ni sociedad, ni asociación, ni comunidad posible ni deseable. Los individuos deben sortear por sí mismos su existencia. Su importancia está dada por su capacidad de compra en el mercado, su rendimiento y su productividad. Este mandato social es el que parece estar siendo desafiado por los millennials y la generación Z.
La búsqueda de un sentido más allá del éxito en la sociedad de mercado está detrás del renacer católico. También de la explosión de espiritualidad contemporánea, de las miles de personas que buscan en el reiki, la angelología, el tarot, los enteógenos, la Biblia, el yoga, el eneagrama y un largo etcétera una explicación existencial. Sin embargo, las grandes religiones siempre han sido mucho más eficaces que otras expresiones espirituales en ofrecer certezas ontológicas. De ahí que, luego de dar muchas vueltas y de experimentar con otras respuestas, muchas personas estén volviendo a las grandes religiones, especialmente a la Iglesia católica.
No hay que dejar por fuera el papel del papa Francisco en este auge del catolicismo. Creo que la clave del asunto estuvo en un aspecto: la aceptación pública de los homosexuales en la comunidad católica. La generación Z tiene en el centro de sus preocupaciones sociales la política identitaria y las reivindicaciones LGBTIQ+, por lo que era necesaria una declaración en ese sentido. No quiero reducir la obra de Bergoglio a una sola declaración, pero sí creo que fue la variable más importante para persuadir a los jóvenes creyentes.
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